La comunidad de los creyentes en Cristo, a lo largo de su historia ha elegido modalidades concretas de celebrar su fe. Una de ellas es a través del tiempo; a lo largo de un año la Iglesia celebra los momentos centrales de la vida cristiana. El Domingo, día en que semanalmente recuerda la resurrección de su Señor, es el día por excelencia para celebrar Su victoria sobre la muerte, con la cual nos ha dado vida, y en abundancia.
De la misma manera, el sagrado triduo Pascual es el centro del Año litúrgico, en el cual celebramos la pasión, muerte y resurrección del Señor. He dedicado un articulo en este medio explicando a grandes pinceladas su contenido y sentido.
En esta ocasión, nos detenemos a contemplar la belleza de la alegría que surge del día más importante del año liturgico: el Domingo de Pascua, en el cual celebramos la resurrección de Cristo, su victoria sobre el pecado y sobre la muerte. La grandeza y belleza de este Domingo, no se puede contener en solo 24 horas, sino que se dilata en el tiempo; primero intensamente en su octava, con la cual seguimos expresando y viviendo como si fuera “este día en que Cristo nuestra pascua fue inmolado”, como lo dice la liturgia en el prefacio. De la misma manera, la plegaria eucarística lo subraya con ciertas modalidades: “En el día glorioso de la resurrección de Cristo” (Plegaria eucarística III), para expresar que seguimos viviendo la alegría enorme de la Pascua.
Así pues, esa alegría desbordante continúa no solo por una semana, sino por una semana de semanas. Es decir, por cincuenta días continuará el gozo Pascual, que concluye con la solemnidad de Pentecostés, broche de oro de la alegría y de los dones de la Pascua: Cristo resucitado nos dona su mismo Espíritu y su presencia de amor a través de Él.
El camino que el tiempo Pascual nos ofrece es una oportunidad para renovar nuestro discipulado, nuestro itinerario de seguidores del resucitado. Así como hemos vivido intensamente el triduo pascual, ahora se presenta una nueva oportunidad… ir a Galilea, pedía el resucitado a sus amigos. Nosotros, después de un intenso camino cuaresmal, nos encaminamos a vivir el itinerario Pascual, en el cual, regresando a nuestra Galilea, a nuestra cotidianeidad, podremos experimentar la presencia del resucitado en nuestras vidas. En la liturgia de la palabra de este tiempo adquiere una importancia el libro de los hechos de los Apóstoles; quizá sea un momento oportuno para leer este libro del Nuevo Testamento que nos cuenta los primeros pasos de los orígenes de la comunidad cristiana. Nos muestra una belleza peculiar de cómo se fue configurando la vida de los creyentes en un primer momento.
Lucas no esconde las dificultades y fatigas que al inicio tuvo la Iglesia, pero de la misma manera muestra con gran elocuencia y belleza los pilares fundamentales.
En nuestro camino de fe, experimentar y vivir fielmente el momento del tiempo pascual, que cada año se tiene la oportunidad de vivir, es una gracia del Resucitado. Él nos invita a ir a nuestra Galilea, a nuestra realidad cotidiana, y desde allí seguirlo y anunciarlo a aquellos que nos rodean.
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Ernesto Camarena
Publica desde febrero de 2022
Soy un religioso Pavoniano, inflamado de amor de Dios. Mexicano viviendo en Italia. Actualmente soy un estudiante de Teología. La Sagrada Escritura y los Padres de la Iglesia me fascinan. Me encanta leer y escribir acompañado de un buen café. «Me has llamado Amigo»
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