Es completamente normal que como seres humanos sintamos miedo de nuestro futuro, pues tenemos tantos planes en mente, tantos logros por cumplir, tantas metas por alcanzar, que podemos llegar a asustarnos de si será posible o no el cumplir todos nuestros sueños.
Cuando esto nos sucede, sentimos miedo de no poder lograr todos esos ideales, la vida pierde su color y su belleza, entonces corremos el peligro de desesperar, que las preocupaciones nos invadan, perdiendo así la confianza en la Divina Providencia.
Sin duda, algún día nos hemos puesto a pensar en todos esos ideales que queremos alcanzar, ya sea a corto, mediano o largo plazo. Ideales tales como tener nuestra casa propia, nuestro auto propio, obtener nuestro título profesional en lo que sea que nos vayamos a desempeñar, aprender un nuevo idioma, entre otros; sin embargo, nos abarca un gran temor, llegando a pensar que algunas de nuestras metas son irrealizables.
Recuerda con gratitud el pasado, vive con pasión el presente y ábrete con esperanza al futuro. San Juan Pablo II
Por otro lado, hay situaciones en las que la desesperación puede llegar a invadirnos totalmente, situaciones donde la belleza con la que vemos nuestro futuro parece esfumarse. Me refiero a aquellas ocasiones donde tenemos problemas económicos, sentimentales, familiares, entre otros problemas, y parece que perdemos el control de todo. Sentimos que todas esas metas que teníamos planeadas ya no las podremos cumplir, nuestros sueños se ven irrealizables.
En esos momentos de crisis podremos acudir a algún familiar, a algún amigo. Ellos algunas veces tienen la oportunidad de asistirnos y ayudarnos a salir adelante; pero cuando la situación parece tornarse más oscura de lo que es y las soluciones parecen acabarse hay alguien que siempre está dispuesto a ayudarnos, sea cuál sea nuestro problema, sea el momento que sea, pues es un alguien que es experto en imposibles. Ése alguien es Dios.
Tus problemas no son tan pequeños como para que Él no los escuche, ni tan grandes como para que Él no conteste tu oración de fe. Thomas S. Monson
Cuando todo parece derrumbarse, llega Él, como un esplendor que destruye las tinieblas. Sea cual sea nuestra situación, el problema por el que estemos pasando, Dios siempre estará dispuesto a renovarlo todo, a devolverle la belleza a la vida, a hacernos ver todo con los lentes de la fe, devolviéndole el color a la creación. Y es ahí cuando recordamos que sea cual sea la tribulación que estemos atravesando, siempre debemos confiar en la Divina Providencia, sabiendo que Dios tiene grandes planes para nosotros y no dejará que todo aquello con lo que soñamos se vuelva simplemente eso, un sueño. Si no que estará con nosotros ayudándonos a hacer todos nuestros sueños realidad, pues lo único que anhela es vernos felices, pero no con una felicidad como la da el mundo, sino con una felicidad que sólo obtienen aquellos que se abandonan en Sus manos, sabiendo que Dios no permite algo si no es para bien de sus hijos.
Bendita la crisis que te hizo crecer, la caída que te hizo mirar al cielo, el problema que te hizo buscar a Dios. San Pío de Pietrelcina
Querido hermano, querida hermana que lees este artículo: Te invito a confiar plenamente en la Divina Providencia, siendo consciente de que el problema por el que estés pasando es pasajero y que en un tiempo estarás agradeciendo a Dios por haberte sacado de aquella crisis.
Dios no te trajo tan lejos para dejarte solo. Filipenses 1, 6
Vive tranquilo y en paz, sin preocupaciones ni temores, creyendo en la confianza que nos da creer en la Divina Providencia.
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John Sergio Reyes León
Publica desde julio de 2020
Soy un joven de 18 años de edad nacido en Bogotá pero residente en Medellín, la ciudad más católica de Colombia. Trato de seguir el ejemplo de los evangelistas al relatar la buena nueva que Dios ha hecho en mi vida. Parafraseando a san Pablo: Ahora no hablo yo, es el Espíritu Santo el que habla en mí.
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