Ayer quedé a tomar algo con un amigo al que hacía mucho no veía. Me comentó lo difícil que podía resultar a veces conseguir una buena chica. Había tenido varias decepciones amorosas e inevitablemente, arrastraba algunas heridas contra las que ahora tendría que luchar. Se preguntaba cuál era su problema, si debía bajar su nivel de exigencia, si era demasiado poco arriesgado…
Es absolutamente utópico pretender casarse con un ser humano sin defectos, sin embargo, no es malo tener unos principios inamovibles a la hora de elegir a la persona con la que, tal vez, llegues a compartir hasta el mismo neceser cuando te vayas de viaje.
Aunque tengas preferencias, los ojos azules con los que siempre soñaste, no serán el detonante de tu felicidad. Debes ser tú quien lo valore.
¿Qué es lo que quieres?, Pues cuéntaselo a Dios y déjate sorprender. Él va a tener en cuenta tus preferencias, te lo aseguro.
Hace no mucho tiempo que a otro amigo mío le había tocado lidiar con un problema del estilo: su primer desamor. Conversamos durante un buen rato mientras me expresaba indignado su dolor. No habían sido muy justos con él.
Una vez en casa, tras darle vueltas a la movida que acababa de contarme, decidí sentarme y escribirle un mensaje un tanto pastelón y cursi que dejaré aquí para que, ojalá, si Dios quiere, pueda servir de consuelo a cualquier otro corazón roto:
Un joven que empieza a soñar con su vocación al matrimonio necesita haber alcanzado un mínimo de madurez interior (y por esto, enhorabuena). Sólo Dios puede enseñarnos el valor de tal misión y despertar en nosotros el deseo de ir a por lo mejor.
Un corazón que se conforma no debería tomar decisiones, porque conformarse implica no exigirse lo suficiente.
Si tú mismo no te exiges, no vas a ser capaz de exigir la grandeza a tu compañera de vida y por tanto, difícilmente podréis juntos alcanzar el Cielo (objetivo principal de la vocación matrimonial).
Hay momentos para todo y ahora, tu momento es de búsqueda. Tu alma tiene sed de encontrar a alguien que sepa valorar tu grandeza y convertirla en algo aún más maravilloso.
No es malo fijar la atención en una chica y ser finalmente rechazado. ¡Bienvenido a la batalla de la vida! Saldrás herido en millones de ocasiones tras arriesgar para conquistar sin éxito, pero, no siempre serás víctima, también harás daño…
Quien no arriesga, no gana.
El problema de esta batalla es cuando se hiere al adversario de forma consciente. Esta guerra la peleamos todos con los ojos vendados, aunque siempre hay algún tramposo, gente malvada, que disfruta dañando corazones aposta.
Te adelanto que por lo general, a esas personas, chicas en tu caso, sin venda en los ojos, vas a saber reconocerlas a la legua por dos motivos principales: tu propia intuición y astucia, y la voz clara de Dios que, de mil maneras, intentará hacerte entrar en razón antes de que puedas caer herido.
Luego están las chicas buenas, las posibles mujeres de tu vida… ahí sí que admito que pueda darse un gran problema. De todas formas, hay instrucciones que podrás aplicar también para con ellas. Se trata de discernimiento.
Tu vocación, colmada de belleza, por venir de Dios, es también custodiada por Él y el ángel de la guarda que te asignó como guardaespaldas al inicio de tu vida.
Dios habla de mil maneras. A veces susurra, a veces grita con señales obvias…
Como no te deja solo, y tú vives con los ojos vendados, nuestro éxito reside en la confianza, en la espera y en la paciencia.
Para entender bien a Dios, o al menos para saber escucharle, tienes que alimentar tu amistad con Él mediante la oración… Como ocurre con los idiomas, para comprender un lenguaje hay que practicarlo.
Dios tiene a alguien para ti. Está en algún lado mientras lees esto. Debe tener la belleza más increíble del mundo a tus ojos, y su interior no podrá valorarse con ninguna piedra preciosa de este mundo. Su risa, será respuesta a preguntas; su mirada, misteriosamente poderosa en sí misma; su sonrisa, tu mayor motivo para sonreír de vuelta; su voz, única y consoladora…y así con todas y cada una de sus características porque para ti, nada de ella será común.
Piensa qué es lo que quieres, qué es lo que buscas, qué es lo que no quieres… haz una lista en presencia de Dios (cualidades físicas, personalidad, valores, etc.) y no te conformes.
No existe la mujer perfecta, pero sí existe la mujer perfecta para ti (que por cierto, nada que ver con una media naranja). Reza por ella, encomienda a tu ángel de la guarda que acuda en su ayuda cuando lo necesite, dile a María que te la guarde… que le vaya hablando de ti, que también te ponga en su corazón en forma de deseo…
Confía. Todo llega. Es fuerte ver cómo Dios va cumpliendo sus promesas, pero las cumple ¡y con creces!
Sueña, sueña y te quedarás corto. Dios tiene cosas grandes, te tiene reservada pura belleza. Yo le veo en ti, como va actuando y como le vas dejando actuar, y me siento demasiado orgullosa. Creces en virtud cada día y te vuelves para mí, ejemplo de cómo querer con pequeños detalles y gestos.
Un desamor duele y es una gran faena. A veces a las chicas, por inseguridades propias, se nos olvida que las cosas son iguales (aunque las consecuencias las expresemos diferentes) para todos, que vosotros también sufrís un posible miedo al rechazo, que sonreís detrás de un mensaje bonito y que os emociona escuchar nuestra voz en un audio.
Existen chicas comprometidas a cuidar de la inocencia que hay detrás de la entrega de un hombre. De verdad que existen…
Dile a María que te fortalezca en la espera, a Dios que te ayude a ser cada día más virtuoso. Conviértete en el hombre que quieres entregar a la mujer de tu vida cuando llegue. Pide valentía para el momento de la conquista (porque los hombres tenéis esa gran misión), y discernimiento para saber cuándo, dónde y quién.
De momento, omnia in bonum (todo es para bien). Como una amiga me dijo una vez: “Dios no te enseña oro para luego darte plata”.
¿Te encanta Tolkian?
Suscríbete en menos de 20 segundos para recibir semanalmente el mejor contenido de nuestra revista en tu correo.
Mafalda Cirenei
Publica desde marzo de 2020
Suelo pensar que todo pasa por algo, que somos instrumentos preciosos y que estamos llamados a cosas grandes. Me enamoré del arte siendo niña gracias a mi madre, sus cuentos y las clases clandestinas que nos impartía en los lugares a los que viajábamos. Soy mitad italiana, la mayor de una familia muy numerosa y, aunque termino encontrando todo lo que pierdo debajo de algún asiento de mi coche, me dicen que soy bastante despistada. Confiar en Dios me soluciona la vida.
¡Que den fruto los talentos que Dios te ha dado!
"A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su…
Un corazón puro para contemplar a Dios
A menudo, nos empeñamos en querer contemplar a Dios y poder ser testigos de su…
Sequía Espiritual: Dios sigue ahí
Una vez me contó un sacerdote que ahí donde hay silencio es donde nos habla…
¿Te sientes inspirado?