A menudo, nos empeñamos en querer contemplar a Dios y poder ser testigos de su amor y de su misericordia. Queremos ser participes de su belleza y de su inmensidad.
Y es algo normal, pues somos sus hijos, y por ende, cualquier hijo anhela regresar y ver a sus padres. Es por ello que nuestro corazón anhela fervientemente regresar a Dios, pues de Él venimos y a Él vamos.
Pero se nos pasa siempre por alto un requisito tan necesario que es aquello que nos podría permitir verlo siempre y en todo lugar, pues también nos dotó de una mirada que es capaz de ver más allá de lo simple y lo ordinario.
Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios. San Mateo 5, 8
Ya Jesús, que es el mismo Dios, Uno y Trino, nos decía con claridad que con un corazón puro seríamos capaces de poder verlo en todo momento.
¿Pero qué significa realmente ser puros de corazón? ¿A qué se refería Jesús con poder ver a Dios si somos puros?
Tenemos la costumbre de confundir la pureza del corazón y enfocarla únicamente con la sexualidad y la castidad, pero ser puros de corazón no se basa solo en ese aspecto.
La pureza, bien es cierto, está enlazada con la castidad, pero también se conecta de forma sutil con las demás emociones y con nuestro corazón.
La virtud que más brilla en el Paraíso es la pureza. San Juan Bosco
En nuestro día a día, con nuestras acciones podemos mostrar qué tanta pureza estamos dispuestos a llevar con nosotros. Al igual que el amor, ser puros de corazón es una decisión que debemos tomar día a día.
La principal razón que nos hace ser puros es el evitar el pecado a toda costa. Ya sea que tenga que ver con la sexualidad y la castidad, o que incluso tenga que ver con nuestras emociones y nuestro actuar.
¿Será que hasta la ira y el egoísmo corrompen nuestra pureza? ¡Sí! Cualquier pecado que nos desvía de nuestra razón de ser, que es haber sido creados para amar y ser amados, nos hace perder la pureza del corazón.
Antes morir que pecar. Santo Domingo Savio
Fuimos creados en el amor por y para Dios, y en ese infinito amor, Jesús nos pide que seamos más como Él para que otros puedan admirar la belleza de su Corazón y su amor en nosotros.
Pero un corazón que carece de pureza no puede reflejar aquello que es puro por esencia y naturaleza.
No podemos ser puros mientras el egoísmo nos gobierna, o cuando nos dejamos dominar por la ira y el enojo. Tampoco cuando la indiferencia al necesitado nos acompaña siempre, y menos cuando nuestra mirada nos hace corromper la dignidad de otra persona.
Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ese es el más grande en el Reino de los Cielos. San Mateo 18, 3
Jesús nos hace la invitación a poder ser como niños, ¿pero por qué?
En el corazón de un niño no cabe el pecado, pues su inocencia y su pureza por naturaleza los hacen ser entregados en el amor y la alegría hacia los demás y quienes los rodean. Por eso es que Jesús pedía que dejaran a los niños acercarse a Él, pues sabía que ellos podían contemplarlo tal y como es, Dios, amor puro y verdadero.
Es por esto, que lo esencial es cuidar nuestro corazón del escándalo y la corrupción que se vive en el día a día; es por medio de la murmuración y de la vista alejada de Dios por donde comienza a entrar el pecado en nuestras vidas hasta que nosotros decidimos abrirle la puerta.
¿Cuán difícil puede ser acercarse a la pureza si realmente somos humanos y cometemos errores?
Puede que de verdad no sea fácil, pero es allí donde obran la misericordia y el amor de Dios. En la Virgen María y de San José, su esposo puro y casto, tenemos el ejemplo de que como seres humanos y así de frágiles como somos, podemos alcanzar la pureza del corazón, mientras tengamos nuestras mirada fija en la belleza del Sagrado Corazón de Jesús.
El alma pura es una hermosa rosa, y las Tres Divinas Personas bajan del Cielo para inhalar su fragancia. San Juan María Vianey
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César Retana
Publica desde septiembre de 2019
Salesiano desde la cuna. Le canto a Dios por vocación y por amor. Soy Licenciado en Diseño Gráfico, tengo 28 años, y 20 de ellos en el caminar espiritual con la Iglesia. Me gusta el café bien cargado y los libros.
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