Queridos lectores, en esta ocasión no vengo a hablarles sobre un tema en específico, sino que vengo a contarles un poco sobre la belleza de una experiencia espiritual que viví justo antes de redactar este artículo. Sin mucho preámbulo, los invito a que revivan esta vivencia conmigo. Espero que les guste, ya que no siempre realizo este tipo de dinámicas cuando escribo mis artículos, pero como solía decir Santa Faustina Kowalska: “¡Todo para mayor gloria de Dios!”.

Oh, Dios, de gran misericordia, que has apartado Tu santa vista de los ángeles rebeldes, dirigiéndola al hombre arrepentido, sea honor y gloria a Tu misericordia infinita. Santa Faustina Kowalska

Para comenzar, me gustaría contarles que siempre que voy a redactar un nuevo artículo, me coloco en la presencia del Espíritu Santo y le pido, como dice aquella oración, que me inspire lo que debo decir y cómo debo decir. Así que en esta ocasión, me dirigí a mi habitación a buscar entre mis libros católicos algún tema sobre el que pudiera escribirles. Revisé uno que otro devocionario, algunos documentos pontificios como Christus Vivit y Patris Corde, pero no me decidía por ningún tema.

Espíritu Santo, inspírame lo que debo pensar, lo que debo decir, cómo debo decirlo, lo que debo callar, cómo debo actuar, lo que debo hacer, para gloria de Dios, bien de las almas y mi propia santificación. Cardenal Verdier

Tenía pensando en escribir sobre cómo dejar hacer la voluntad de Dios y no la nuestra en nuestras vidas, pero se me dio por entrar a YouTube para ver si la belleza de algún canto católico me inspiraba. Y vaya sorpresa que con la primera canción que me encuentro es con el canto “Ahí tienes a tu Madre”, de la Hermana Glenda, interpretada por Juli y Josh. Me pareció toda una señal de Dios, de que en esta ocasión debía escribir – nuevamente – sobre su Santísima Madre, lo cual me parece, no una coincidencia, sino como dicen, una Diosidencia. Pues desde hace unos días que encontré el cover de “María tú, intercesora”, también por Juli y Josh, he traído a mis pensamientos muy seguido a la Madre de Dios. https://www.youtube.com/watch?v=X0O3BbznqUo

Por otro lado, hace unos domingos se nos leía el pasaje de las bodas de Caná, escena en la que podemos resaltar dos cosas. La primera, es ver cómo María se presta de intercesora y acude a su Hijo para decirle que el vino de la fiesta se ha acabado. La segunda es ver la manera en la que Nuestra Señora deja toda su confianza y esperanza en su Divino Hijo. Pues es que es admirable la manera en la que la Santísima Virgen, al oír las palabras de Jesús al decirle que su hora no ha llegado, le dice a los sirvientes que hagan todo que Él les diga, confiando y esperando en que, cuando llegue dicha hora, su Hijo actuará.

Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino». Jesús le respondió: «Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía». Pero su madre dijo a los sirvientes: «Hagan todo lo que él les diga». San Juan 2, 3-5

Para finalizar, queridos lectores, considero que muchas de las invitaciones que nos hace la liturgia de la Santa Madre Iglesia en este tiempo ordinario, es esperar y confiar en el Señor. Digo, por algo la Iglesia en la belleza de sabiduría, nos coloca este hecho bíblico en uno de los primeros domingos de este tiempo litúrgico.

Que a lo largo de esta semana pidamos al Santo Paráclito que nos dé un corazón como el de su Amadísima Esposa, María Santísima, que sin importar la situación, siempre supo esperar en Dios, en sus tiempos, no viviendo con afanes, sino aguardando en que, cuando llegue la hora del Hijo, Él intervendrá y nos dará de beber el vino que hace falta en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestra sociedad, en nuestro mundo; un vino que no se sirve en odres viejos, sino en unos nuevos, dignos de dicha bebida de salvación.

John Sergio Reyes León

Publica desde julio de 2020

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Soy un joven de 18 años de edad nacido en Bogotá pero residente en Medellín, la ciudad más católica de Colombia. Trato de seguir el ejemplo de los evangelistas al relatar la buena nueva que Dios ha hecho en mi vida. Parafraseando a san Pablo: Ahora no hablo yo, es el Espíritu Santo el que habla en mí.