Hace poco leí un post en redes sociales que expresaba lo vacío que se torna la vida si la medimos en relación a experiencias, y a la vez, convertimos estas experiencias en el fin de nuestra existencia. Si bien, no es malo per se irnos de viaje a un lugar soñado, ir al concierto de nuestra banda favorita, tirarnos del bungee, salir a comer a un hermoso restaurante, por citar algunos ejemplos; vivir exclusivamente en función de estos momentos es ponerlos en el lugar que solo le corresponde a Dios.
Esta situación estriba en el hecho de que la sociedad de nuestros días quiere imponernos que la buena vida debe medirse en relación a la cantidad de experiencias, lo que se convierte en un indicador que instrumentaliza al hombre, al querer robarle la belleza de su existencia trascendente, que va más allá de lo que tenga, o pueda llegar a ser, cuyo valor reside únicamente en lo que es: criatura amada de Dios.
De todas las criaturas visibles sólo el hombre es “capaz de conocer y amar a su Creador” (GS 12,3); es la “única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma” (GS 24,3); sólo él está llamado a participar, por el conocimiento y el amor, en la vida de Dios. Para este fin ha sido creado y ésta es la razón fundamental de su dignidad. CCE # 356
La idolatría de los sentidos que experimenta el hombre de hoy lo hace sujeto del momento, del ahora, lo que el Papa Francisco llamó en la audiencia general del 30 de marzo de 2022 “la anestesia de los sentidos espirituales”.
La anestesia de los sentidos espirituales —y esto es feo— la anestesia de los sentidos espirituales, en la excitación y en el entumecimiento de los corporales, es un síndrome generalizado en una sociedad que cultiva la ilusión de la eterna juventud, y su rasgo más peligroso está en el hecho de que esta es mayoritariamente inconsciente. No nos damos cuenta de estar anestesiados. Y esto sucede: siempre ha sucedido y sucede en nuestra época. Los sentidos anestesiados, sin entender qué sucede; los sentidos interiores, los sentidos del espíritu para entender la presencia de Dios o la presencia del mal, anestesiados, no distinguen. Papa Francisco, audiencia general, 30 de marzo de 2022
Basta mirar a nuestro alrededor para percatarnos de que muchas veces se reduce la belleza de la existencia a la experiencia sensorial: las redes sociales inundadas de fotos y videos atrayentes, los viajes como mecanismo de escape dela rutina y el aburrimiento, la música alta y a toda hora que nos impide entrar en silencio, la pornografía y las imágenes que incitan al placer en todas partes, las plataformas de streaming en aumento…
Con lo anterior no se pretende satanizar la experiencia sensorial, o llevar al lector a la deducción de que todo lo que nos hace sentir está mal, no obstante, todo debe estar mediado por un orden, de tal manera que los sentidos no se nos conviertan en una puerta de escape de la realidad, volviéndonos insensibles frente a los entornos cercanos. Los sentidos deben servirnos, ante todo, para contemplar la belleza de la verdad.
Pero para no quedarnos en el problema, retomemos las palabras del Papa Francisco. En la misma audiencia el santo padre hace referencia a una de las acciones del Espíritu Santo: iluminar los sentidos, es entonces la asistencia de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad el método más efectivo para vencer la idolatría de los sentidos que padecemos, y salir del letargo en el que vivimos.
El Espíritu Santo hace precisamente esto: ilumina los sentidos. En el antiguo himno Veni Creator Spiritus, con el que invocamos todavía hoy al Espíritu Santo, decimos: «Accende lumen sensibus», enciende una luz para los sentidos, ilumina nuestros sentidos. El Espíritu es capaz de hacer esto: agudiza los sentidos del alma, no obstante los límites y las heridas de los sentidos del cuerpo. Papa Francisco, audiencia general, 30 de marzo de 2022
Antes que darle al cuerpo lo que pida, tenemos que afinar los sentidos del alma para saciarla de lo único que la llena: Dios. Recuerda siempre que tu vida no es más o menos valiosa por lo que hagas o tengas, tu sola existencia vale la sangre de Cristo. Que el Espíritu Santo nos asista en el proceso de santificar nuestros sentidos.
¿Te encanta Tolkian?
Suscríbete en menos de 20 segundos para recibir semanalmente el mejor contenido de nuestra revista en tu correo.
María Paola Bertel
Publica desde mayo de 2019
MSc en desarrollo social, pero lo más importante: soy un alma militante, aspirando a ser triunfante. Me apasiona escribir lo que Dios le dicta a mi corazón. Aprendí a amar en clave franciscana. Toda de José, como lo fue Jesús y María.
El silencio infinito de Dios
En nuestra vida como fieles cristianos, y más exactamente en nuestra vida de…
Espíritu Santo, Don y Amor
Pentecostés era una de las tres grandes fiestas judías y muchos israelitas…
Y el hombre dijo: hagamos a Dios
Está tan latente en nuestros días el afán de que Dios se adapte a nuestros…
¿Te sientes inspirado?