Reflexionando en nuestra vida, podemos decir que es un largo e interesante caminar. Pasan los días, y podemos decir que, normalmente todo tiene su sentido y su orden, todo marcha bien. Hasta que un día, de pronto nos surge la pregunta: ¿Para qué fui creado? ¿Cuál es el sentido de mi vida y mi valor?
Nos creaste para ti y nuestro corazón andará siempre inquieto mientras no descanse en ti. San Agustín
En muchas ocasiones de nuestra vida, podemos experimentar la felicidad, el sufrimiento, el mal, la muerte y todo esto nos puede llegar a cuestionar el sentido y valor de nuestra vida. Pero debemos entender que el ser humano, sigue y seguirá siendo, en definitiva, una pregunta y un misterio profundo. Las respuestas que podemos encontrar en el mundo, en definitiva, nunca sacian del todo nuestra curiosidad en nuestro corazón.
Pero entendiendo que el ser humano es un misterio profundo, podemos alcanzar a ver que la belleza de la dignidad del ser humano, está basada en que, somos conscientes de nosotros mismos y que somos libres de dar una dirección a nuestra vida, es decir, no solamente nos ha sido dada la vida, si no que también tenemos una misión en ella. Debemos darle forma y dirección a la misma, conforme a la voluntad de Dios en nuestra vida.
La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado a un diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador. Gaudium et spes 19,1
Estamos llamados a compartir la belleza de la presencia de Dios, a partir de un diálogo con él, es decir, que Dios está abierto a revelarse a nosotros como un diálogo entre amigos. Él reconoce en nosotros la belleza de nuestra dignidad, es decir, que somos un ser con capacidad para escucharlo, acogerlo y responderle.
De todas las criaturas visibles, sólo el ser humano es “capaz de Dios.” De todas los animales y las cosas de este mundo, sólo el hombre está llamado a vivir con Dios en la vida eterna. Hay una certeza , y es que la palabra de Dios nos habla, y podemos ser partícipes y contemplar la belleza de Dios en el otro, porque somos creados a imagen y semejanza de Dios. Siendo creados a imagen de Dios, el hombre está llamado a amar: primero a Dios, y luego a todo el que tiene semejanza con Él, es decir, a cada persona humana, pues cada persona está hecha a imagen de Dios, y posee la dignidad de criatura de Dios.
Pidamos la gracia a Dios y a nuestra madre María, que nos de la capacidad de ver con su mirada, la belleza de la dignidad del ser humano, dándonos el valor los unos a los otros y amándonos como Él nos ama.
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Diego Esquivel
Publica desde octubre de 2020
Soy Licenciado en Fotografía, Misionero de Corazón Puro Internacional. Camino por todo el mundo, capturando la belleza de Dios.
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La belleza infita reside en el derroche que Dios hace sobre cada hombre y mujer que siendo conscientes de esta presencia divina, desarrollan su potencial humano al servicio del Reino de Dios. Por eso el salmista extasiado exclamó: Señor dueño nuestro que admirable es tu nombre en toda la tierra. ¿Que es el hombre para que te acuerdes de él?