El mundo está lleno de rincones preciosos. Seguro que sabrías decirme un montón de ellos en tu ciudad, o en países del mundo de costa, de interior, con paisajes verdes, frondosos, llenos de agua, de manantiales, edificios blancos con arquitecturas magníficas…
Habiendo tantos lugares preciosos a los ojos humanos, nos podemos preguntar cómo es que Dios eligió el pueblecito de Belén para que naciese allí Su Hijo. Si habéis viajado a Belén, en Palestina, entenderéis por qué lo digo, si no habéis viajado no pasa nada, seguro que Dios tiene programado en vuestra vida un viaje a Su Tierra.
Para los que no hayáis ido os cuento que Belén está rodeado de colores anaranjados y marrones, es una tierra árida con poca vegetación, pero personalmente es uno de los lugares con más magia y belleza de la tierra. ¿Aún así, por qué Dios no eligió nacer en un rincón más deslumbrante, más llamativo y con más colores?
Porque en el fondo, nuestro corazón es como Belén: árido, seco, con toda una tierra por cultivar, y solo el nacimiento de Jesús o la presencia de Él, hace que ese lugar caluroso y desértico se llene de vida. Porque Jesús trae vida y trae salvación.
No podemos olvidar hoy que las sombras de la muerte amenazan la vida del hombre en cada una de sus fases y acecha especialmente sus primeros momentos y su ocaso natural. Se hace cada vez más fuerte la tentación de apoderarse de la muerte procurándola anticipadamente, casi como si se fuera árbitro de la vida propia o ajena. Estamos ante síntomas alarmantes de la “cultura de la muerte”, que son una seria amenaza para el futuro. Pero, por más densas que parezcan las tinieblas, es más fuerte aún la esperanza del triunfo de la luz surgida en la Noche Santa de Belén. , Urbi et Orbi. Navidad de 2000, San Juan Pablo II
Con Su llegada trae al mundo y a nuestros corazones manantiales de agua que siembran un sentido, que hacen crecer un corazón humilde, un corazón que sabe amar de verdad.
Jesús cultivó en unas tierras rocosas un mensaje: habéis sido creados para amar, y vuestra misión es amaros y dejaros amar.
Es asombrosa la capacidad que tiene un niño de dejarse amar por sus padres, se reconoce necesitado de ellos, porque en él, siendo tan pequeñito, hay una gran verdad, algo tan básico como que su vida se la han regalado sus padres, y sabe que no hay un lugar mejor que sus brazos.
Imaginaros al Niño Dios acurrucado por la Virgen María, pidiéndole que lo abrace. ¿Qué le dirías tú al Niño Dios si lo tuvieras en tus brazos, viendo como te mira con esos ojos llenos de Amor?
Cada Navidad, cada comienzo de año, incluso cada día podemos reflexionar en nuestro corazón si acudimos a nuestro Padre sabiendo que nuestra vida, nuestros dones, nuestras virtudes le pertenecen a Él; y si no tienes claro cuál es tu camino, no tienes más que acercarte a tu Padre, como un niño que se reconoce necesitado, y pedirle que se haga en ti Su voluntad.
Al igual que en Belén nació la vida, nació la luz, todo cobró una vitalidad y una luz especial, no dudes que Dios hace lo mismo en tu corazón si se lo pides con una fe que sea, por lo menos, como un granito de mostaza.
Desde la noche de Belén hasta hoy, la Navidad continúa suscitando himnos de alegría, que expresan la ternura de Dios sembrada en el corazón de los hombres. En todas las lenguas del mundo se celebra el acontecimiento más grande: el Emmanuel, Dios con nosotros para siempre. Urbi et Orbi. Navidad de 1998, San Juan Pablo II.
La Natividad de nuestro Señor, así como la confianza plena de la Virgen y de San José en los planes de Dios, por muy costoso que fuera llegar en burrito a Belén, por muchas puertas que les cerraron en busca de una posada donde poder dar a luz, a lo que sería la Luz más bella de esa noche… todo sufrimiento y toda inquietud se vieron colmados en el portal de Belén. Porque Dios siempre tiene un final precioso que ofrecernos. Solo hay que fiarse de Él.
Los pastorcitos acudieron esa noche, bajo aquella estrella deslumbrante, seguramente que con sufrimientos e inquietudes en su corazón que se vieron aliviados al Alabar al Niños Dios, sus vidas recobraron un sentido. Y quizá ese Encuentro sembró en ellos un corazón nuevo, y decidieron, gracias a la Gracia que despendría esa Sagrada Familia, mirar al mundo y a los demás con una mirada nueva, con la fuerza interior que nos produce el sentir que somos eternamente amados y eternamente pensados en un Plan de tal Belleza que supera cualquier expectativa humana.
Abandona tus preocupaciones, tu tristeza, tu egoísmo y tus carencias en el portal de Belén, ya se encargará la Sagrada Familia de transformar todo lo que pueda haber en tu corazón en agua nueva y en vida que renace.
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Beatriz Azañedo
Publica desde marzo de 2019
Soy estudiante de humanidades y periodismo. Me gusta mucho el arte, la naturaleza y la filosofía, donde tenemos la libertad de ser nosotros mismos. Procuro tener a Jesús en mi día a día y transmitírselo a los demás. Disfruto de la vida, el mayor regalo que Dios nos ha dado.
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