A diario, durante el transcurso de mis actividades oigo muchas cosas, al igual que todos. Durante el trabajo o durante las clases, a mi mente llega una cantidad increíble de mensajes.
No obstante, no todo lo que oigo lo entiendo y otras cosas, considero que ni si quiera las escucho.
Existen ocasiones también en donde ya no quiero oír, ni escuchar algo en absoluto. Lo único que quiero sentir en mi interior es el silencio, el de la naturaleza o el de la quietud. Ahí muchas veces encuentro descanso, como la mayoría, considero. Qué curioso resulta que cada vez que tenemos la oportunidad de estar en un lugar rodeado de naturaleza, nuestra mente entra en un modo altamente reflexivo. Es una combinación de asombro y al mismo tiempo de querer escuchar lo que no hemos sido capaces. Es quizá, el mejor momento para tener una buena plática sobre la vida con alguien a quien amamos mucho.
En alguna de esas ocasiones, nunca me ha faltado que la respuesta a mis preguntas haya sido una analogía, un dicho y, sí, también una parábola de Jesús. Y debo ser sincero, muchas de esas veces solo busco una respuesta digerible y convincente, pero resulta que lo que recibo es todo lo contrario. Y esto me llevó a cuestionarme, ¿por qué Jesús habla en parábolas todo el tiempo?
Por eso les hablo en parábolas, porque miran, y no ven; oyen, pero no escuchan ni entienden. Mateo, 13, 13
La explicación a mi pregunta, fue bastante simple y convincente – como las que suelo buscar- y es que: “Las parábolas son una forma de comunicación que nos exige escuchar con el corazón. Las parábolas no necesitan interpretación, son un mandato claro, no deja espacio a la duda. Pero ante las parábolas es necesario un interés personal por entender, porque requiere una decisión importante de quién escucha”.
Y con la curiosidad, ahora activada, me resultó atractivamente curioso, la posición a tomar después de escuchar una parábola -aunque realmente es ante cualquier palabra que surja de boca de Jesús-. En resumen tenemos dos opciones: fingir y/o aceptar que no hemos entendido nada, o hacer como los apóstoles y preguntar para que nos expliquen -como considero que debemos hacer todos-. ¿Por qué Jesús hablaría para confundirnos? No tiene sentido racionalmente.
Analizando sus frases y sus ejemplos, me di cuenta de que Jesús, no habla a las masas, a pesar de que sus palabras fueron dichas ante multitudes de personas; Él ante las muchedumbres habla a cada corazón, porque las masas escuchan con los oídos, pero no con el corazón.
Si alguna vez te lo habías preguntado, una parábola, de acuerdo a la RAE, en un sentido narrativo consiste en un relato del que se deduce, por comparación o semejanza una verdad importante o una enseñanza moral, mientras que desde el punto de vista geométrico es una curva abierta que entre sus características contiene: un vértice, un foco y una línea directriz. Lo lindo de esto es que geométricamente en una parábola, en cualquier punto de ésta, la distancia que hay desde el punto focal, siempre será igual a la línea paralela que se llama directriz.
En palabras más simples, cuando Jesús nos propone una parábola nos está estableciendo una situación, el foco. Si decidimos escuchar la parábola no importa desde qué punto de esta línea parabólica nos encontremos; puede ser más lejos o más cerca del foco, la distancia a la que nos encontremos de este punto focal, siempre será la misma a la línea de la directriz, la cual es Dios.
Es decir, no importa desde dónde nos encontremos escuchando, si así lo queremos estaremos tan cerca de Dios como el sacerdote que da la unción de los enfermos o la secretaria que se dedica a atender muchos papeleos. Al final, después de tanto análisis y reflexión, estoy convencido de que las parábolas son una forma de expresión que involucra nuestra libertad como interlocutores. Somos siempre libres de acoger el mensaje, de comprenderlo, interpretarlo y encontrar la intención de quién habla, o simplemente rechazarlo.
Después de todo, la libertad es una característica del amor; cuando en libertad elegimos amar nos interesamos en interpretar los signos y las señas del ser amado.
“Hablar en parábolas, es el estilo de Dios” y no lo digo yo, esta es una frase de San Juan Pablo II, pues la comunicación también se realiza con libertad, para “no escuchar como las masas, sino como discípulos” -esta frase sí es mía-.
Ahora sí, al final de todo, sabemos bien que tan solo un poco de levadura puede hacer que fermente toda la masa, pero para eso vamos a tener que querer escuchar primero.
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Diego Quijano
Publica desde abril de 2019
Mexicano, 28 años, trabajando en ser fotógrafo, bilingüe y un buen muchacho.
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