Quizás para comenzar, lo ideal sea que comprendamos el sentido estricto de la palabra “pureza”, para luego poder adentrarnos en el contexto espiritual y su significado en la vida de todo Cristiano.
Según la Real Academia de la Lengua Española, el termino “Pureza” proviene del termino “Puro”, el cual, se deriva del latín “purus”, que significa primordialmente: “libre y exento de toda mezcla de otra cosa”.
Inclusive, si nos adentramos más en su significado, menciona que es ser: “casto, ajeno a la sensualidad”.
Conociendo todo esto, puede que sea más fácil también que juntos comprendamos realmente como debe ser la pureza del alma, del corazón y de nuestra mirada, pues a fin de cuentas, podemos saber que la pureza no solo se limita a la sexualidad, pero de igual manera, esta no deja de ser igual de importante.
Sobre toda cosa, guarda tu corazón, que de el mana la vida. Proverbios 4 ,23
En nuestro caminar durante toda la vida, perdemos la belleza de la pureza por diferentes circunstancias. Principalmente, se da por nuestra condición de cargar con el peso del pecado original, aquel que incluso es borrado por nuestro bautizo.
Pero más allá de todo eso, lo que realmente nos hace perder la pureza es descuidar nuestro corazón de las cosas que Dios Padre ha preparado para nosotros.
Nos dejamos corromper y llevar por las pasiones que nos presenta el mundo desde el momento en que tomamos mayor consciencia como seres humanos, y perdemos aquella inocencia y pureza de corazón que llevamos al ser niños.
Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. San Mateo 18, 3
Cuando nuestra mente y nuestro corazón comienzan a observar las cosas que nos ofrece el mundo, es cuando realmente cambiamos las cosas eternas que Dios ha dispuesto para bien de nuestra alma.
Hacemos de nuestra prioridad el hecho de tener bienes materiales, dinero, atenciones, amor humano… que a la larga, nuestra misma alma, nuestro mismo corazón, saben que no podrán ser saciados por cosas tan insignificantes.
Pero no significa que no se sea capaz de vivir la pureza en la época que vivimos. Si bien el mundo nos bombardea ofreciéndonos placeres y cosas temporales, Dios, por medio de su hijo, Jesús, nos ha dejado la riqueza de la Madre Iglesia. En ella, podemos encontrar una luz de quienes han decidido negarse a tales cosas, con tal de hacer la voluntad del Padre y seguir los pasos fielmente del Hijo por medio de la dulce voz del Paráclito.
En la belleza y riqueza de la Iglesia se encuentran las vidas ejemplares y los medios necesarios para poder convivir en el mundo, pero sin ser parte de él como mencionaba San Pablo.
Y no es que como creyentes nos dediquemos a tachar cualquier cosa a nuestro alrededor como algo impuro o pecaminoso, pues debemos tener en cuenta que el lugar en el que habitamos nos ha sido confiado para cuidarlo, pues es la misma creación del Padre que nos ha dado vida, y una vida en abundancia.
Dios vio que todo cuanto había hecho era muy bueno. Génesis 1,31
Debemos reconocer plenamente que todo lo que Dios ha hecho, es bueno. Pero la misma condición de pecado, sumado a las acechanzas del enemigo que busca apartarnos de la gracia plena del Padre, han sido los que han tergiversado la creación.
Pues, a fin de cuentas, mientras más entramos en oración, mientras más nos acercamos a los sacramentos de la Reconciliación y de la Santa Comunión, más somos capaces de ver con la mirada de Cristo a través de la gracia que él nos transmite.
Somos capaces de contemplar la belleza de la creación y de la perfección que hay incluso en la pureza de la sexualidad que tan manchada está. Pues si realmente fuera mala… ¿Cómo algo malo sería capaz de engendrar nueva vida?
Me has dado tantas cosas Señor. Dame una cosa más: Un corazón puro. Santo Tomás de Aquino
Hemos de pedir sin descanso que nuestra mirada sea capaz de contemplar la grandeza y necesidad de la pureza en nuestras vidas, tanto para bien de nuestra alma, como para el bien de nuestro corazón y de nuestra mirada.
Cuanto más capaces seamos de ver las cosas como Dios quiere que las veamos, más capaces seremos de amar sin medida. A fin de cuentas fuimos creados para amar y ser amados.
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César Retana
Publica desde septiembre de 2019
Salesiano desde la cuna. Le canto a Dios por vocación y por amor. Soy Licenciado en Diseño Gráfico, tengo 28 años, y 20 de ellos en el caminar espiritual con la Iglesia. Me gusta el café bien cargado y los libros.
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