Cuando llegué a “casa” la primera noche que pasé allí, no podía creérmelo. Estaba feliz. Demasiados regalos en un solo día.
A día de hoy, al repasar aquellos recuerdos, sigue pareciéndome mentira. Gloria a Dios por el retraso del primer avión que me hizo perder el segundo.
Gracias a una serie de aparentes desgracias, había tenido la gran suerte de encontrarme con Hila en Barajas, una chica judía que, para que no tuviera que cogerme un taxi sola, se ofreció a llevarme al que sería mi hogar durante las próximas semanas, invitándome, además, a participar en su Shabat familiar el mismo día de mi llegada a Jerusalén.
Para mí todo era nuevo y fascinante. Apenas conocía nada del mundo judío y ya durante aquel primer contacto, quedé enormemente sorprendida al observar la curiosa e innegable relación que existía entre esta tradicional cena religiosa y una santa misa.
Cor unum et anima una. Judíos y cristianos: unidos por un solo corazón y una sola alma. Karol, el hombre que llegó a ser Papa
—Te recojo esta noche —me había dicho mi amiga, al dejarme en mi residencia, recién llegadas del aeropuerto. —Pero si hoy es viernes —respondí ignorante.
Los judíos miden la jornadas de manera diferente. Los días comienzan y acaban cuando se va a poner sol. El motivo de esta costumbre o manera de vivir, tiene su origen en el Génesis. Por esta misma razón, su sábado comienza el viernes por la tarde y acaba nuestro sábado por la tarde.
Hubo tarde y hubo mañana: día primero. Génesis 1,5
Por no estar en absoluto familiarizada con su manera de vestir, y con la intención de no ofender a nadie, escribí a mi amiga preguntándole qué debía ponerme. —Lo que quieras pero que te cubra los hombros. Puedes llevar vaqueros si quieres —.
¿Podía llevar vaqueros? ¿No era una fiesta entonces? ¿Se bailaba, no se bailaba? La curiosidad no me invadía, me atacaba. Sin vergüenza, admito que en realidad desconocía lo que era un Shabat.
Aquella vez tocaba celebrarlo en casa de su abuelo materno. Al entrar, dejamos los móviles apartados y poco a poco, me fue presentado a los diferentes miembros de su familia. Al patriarca lo conocí por último. Desde el primer momento me hicieron sentir como una más y les recordaré siempre con un cariño inmenso.
Primeramente encendieron unas velas simbolizando la presencia de Dios, que es luz. Dándole vueltas más tarde, caí en la cuenta de que nosotros, los cristianos, paralelamente, también encendemos velas en el altar antes de dar inicio a una celebración eucarística.
Sobre el altar o cerca de él, la luz de las velas simboliza a Jesús que dijo sí: yo soy la luz del mundo. Dios habla bajito, José B. Cabaniña Magide
El cabeza de familia presidía la ceremonia y a continuación, comenzó a recitar en hebreo distintos pasajes del Antiguo Testamento. Yo obviamente no entendía nada, pero con paciencia, ellos iban explicándome lo que allí iba ocurriendo, así como el significado de cada cosas que hacían. A veces contestaban, a veces callaban, a veces cantaban…
Entonces llegó, lo para mi, más impresionante. El patriarca cogió el pan y, tras bendecirlo y echarle sal, lo partió, comió y lo repartió entre todos. A continuación hizo lo mismo con el vino. Después de mezclarlo con agua, lo bendijo, bebió y nos sirvió un poco a cada uno.
Mirando, meditaba todo aquello con gran asombro. ¡Efectivamente tenía sentido! La primera Transustanciación había tenido lugar, justamente, en una cena parecida a aquella durante la celebración de la Pascua judía.
Cuando llegó la hora, se puso a la mesa y los apóstoles con Él. Y les dijo:
—Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer, porque os digo que no la volveré a comer hasta que tenga su cumplimiento en Reino de Dios. Lucas 22,14
Muchas de las costumbres o tradiciones hebreas, predicen, de forma simbólica, precisamente, hechos que con Jesucristo, se irán cumpliendo y haciéndose nuevas.
Mientras cenaban, tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, se lo dio a ellos y dijo:
—Tomad, esto es mi cuerpo.
Y tomando el cáliz, habiendo dado gracias, se lo dio y todos bebieron de él. Y les dijo:
—Ésta es mi sangre de la nueva alianza, que es derramada por muchos. Marcos 14,22
Por poner un ejemplo, os hablaré del “Cordero de Dios”. San Juan Bautista utiliza este término para referirse a Jesús cuando lo ve aparecer (Juan 1, 29).
Para pactar su alianza, su promesa, con el pueblo judío, el cordero, fue el animal que Dios, a través de Moisés, indicó a los judíos de Egipto que mataran y asaran antes de su liberación.
Con la sangre de aquel sacrificio, tiñeron obediente las puertas de sus casas, todos aquellos que quisieron salvar a sus primogénitos de la muerte aquella noche.
Desde entonces, la cena de la celebración de la Pascua judía (que conmemora la liberación de Egipto), tenía como plato principal el cordero asado (simbolizando aquella antigua alianza).
Cada familia, cuando representaba en su casa lo que habían hecho sus antepasados y recordaba como Dios les había escogido y protegido, miraba también hacía el futuro a la espera del verdadero libertador, el Mesías, anunciado por Moisés y los profetas. Dios habla bajito, José B. Cabaniña Magide
De este mismo modo, siglos más tarde, Jesús se ofrece como sacrificio y nueva alianza de Dios con los hombres (cual cordero llevado al matadero), para liberarnos del pecado de nuestros primero Padres, derramando su sangre para salvarnos de la muerte eterna dando lugar a una nueva Pascua: la Pascua de la Resurrección.
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Mafalda Cirenei
Publica desde marzo de 2020
Suelo pensar que todo pasa por algo, que somos instrumentos preciosos y que estamos llamados a cosas grandes. Me enamoré del arte siendo niña gracias a mi madre, sus cuentos y las clases clandestinas que nos impartía en los lugares a los que viajábamos. Soy mitad italiana, la mayor de una familia muy numerosa y, aunque termino encontrando todo lo que pierdo debajo de algún asiento de mi coche, me dicen que soy bastante despistada. Confiar en Dios me soluciona la vida.
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