Imaginemos un río.

Ahora imaginemos a los peces, nadando en aquella corriente cristalina.

Sigamos ese río hasta su desembocadura: un precipicio, bañado por una cascada de cientos de metros de caída. Los peces se dirigen a su perdición.

Dirijamos nuestra atención, ahora, a un pez en particular. Una trucha, que por su peculiar capacidad, es capaz de nadar en el sentido contrario. Una trucha nadando a contracorriente.

Bueno, esa trucha tiene un nombre, y es Gilbert Keith Chesterton.

La vida del pez

Siempre me pareció que la vida era algo así como una historia, y si hay una historia hay un Narrador.

G.K.Chesterton

Nació un 29 de mayo de 1874 en Londres, Inglaterra, en el seno de una familia anglicana de clase media. Fue un prolífico periodista, novelista, cuentista, ensayista y dramaturgo. Podríamos ponerle varios títulos más, pero él nos hubiera tachado de aduladores.

Como tal, el único título oficial que gozó en vida fueron sus estudios en la Slade School of Art.

Su vida siempre se trató de una búsqueda. Como el pirata buscando un tesoro, errando entre islas y pueblos hasta llegar a su destino, así Chesterton buscaba por doquier la verdad. Pero él no tenía un mapa.

En su juventud se consideraba agnóstico. Tuvo en este período de tiempo ciertos roces con experiencias misticistas, de cierta influencia satánica. Algunos dicen que, debido a eso, Chesterton conoció primero al diablo antes que a Dios.

Como el mismo Chesterton calificaría a este período:

Una juventud repleta de dudas, morbidez y tentaciones que me dejó para siempre la certeza de la objetiva solidez del pecado.

G.K.Chesterton

En 1896, a sus 22 años, Chesterton conoció a quien sería su futura esposa: Frances Blogg, quien poco a poco lo iría llevando por el camino del anglicanismo, camino que Gilbert acabaría tomando.

Abrazó la Fe católica en el año 1922 gracias principalmente a la influencia de dos personajes esenciales: Hilaire Belloc, uno de sus mejores amigos, y el sacerdote John O´Connor, con quien tendría especial afección.

Este sacerdote fue quien presidió su rito de entrada a la Iglesia Católica y le serviría también como fuente de inspiración para su más célebre personaje: el Padre Brown, protagonista de la mayor parte de sus cuentos, dedicados a sus pesquisas policiales.

Murió el 14 de junio de 1936, en Beaconsfield.

Este breve bosquejo de su vida nos servirá como base para reflexionar sobre los principales rasgos de su prolífica obra.

Cerveza, polémicas y sentido común

Las verdades se convierten en dogmas desde el mismo momento en que comienzan a ser discutidas.

G.K.Chesterton

Chesterton fue un polémico. Pero hay que distinguir dos tipos de polemistas: aquellos que buscan el conflicto por el conflicto mismo y la atención consecuente, y aquellos que buscan expresar algo pero, dada la disonancia con el discurso común, terminan en conflicto. Chesterton pertenece a este segundo tipo.

Nunca buscó la pelea. Más bien, la pelea lo buscaba a él. Siempre abierto a la discusión, criticó duramente al materialismo, al positivismo, al relativismo, al nihilismo, al elitismo… en fin, a todas las ideologías imperantes de su tiempo.

Digamos, aunque nunca buscó la pelea, si se buscó las objeciones al criticar los temas más afianzados en la cultura de su tiempo, mismas ideologías de las que él mismo alguna vez formó parte. Sin dudas, eso habla mucho acerca de su valentía.

De hecho, él consiguió tener su propio semanario: GK¨s weekly. Allí, gran parte de las veces discutía sobre un tema polémico, brindaba su punto de vista al respecto y señalaba a los que consideraba equivocados. Con quien más discutía sobre estos temas era con uno de sus grandes amigos: el famoso escritor inglés, Bernard Shaw.

Sin embargo, en GKC había algo distinto al resto de sus adversarios. Él discutía con alegría, humildad y mucho sentido del humor. Gustaba, como Sócrates, no la autoridad de ser el maestro de nadie sino la animosidad de buscar la verdad y ser un simple servidor de ella.

Y él tenía una sola arma: el sentido común. Se lo ha llamado también el “Apóstol del sentido común”.

Lo que Chesterton busca es, con humildad, broma e ironía, ayudar a sus lectores y a sus adversarios a replantearse sus dogmas más fundamentales, haciéndoles entender lo ridículos que son.

La sociedad se encuentra en decadencia cuando el sentido común se torna poco común.

G.K.Chesterton

La sabiduría de reconocer que no se sabe nada, pero que es posible saber algo. Allí radicaba su esencia periodística.

No rechazaba una buena cerveza con amigos, y luego de tratar los temas que se suelen hablar frecuentemente, de alguna forma misteriosa y milagrosa, Chesterton terminaba casi siempre debatiendo sobre algo. Era una parte de su ser.

Su eterna y humilde crítica puede resumirse en una de sus frases:

Un soldado no lucha porque odia lo que tiene enfrente, sino porque ama lo que tiene detrás.

G.K.Chesterton

Y Chesterton tenía a sus espaldas la Verdad, no porque él la hubiera encontrado, sino porque Ella lo había encontrado a él. Y él se dejó encontrar.

Cristo lo había convertido en su servidor, y no hay nada más polémico que aquello.

Reflexiones paradojales

La verdad ha de ser necesariamente más extraña que la ficción, pues hemos hecho la ficción a nuestro gusto.

G.K.Chesterton

No por nada Chesterton tiene el título de “El príncipe de las paradojas”. Ahora bien ¿Qué es una paradoja? Se trata de la combinación de dos contenidos opuestos que, en lugar de anularse, coexisten en una misma verdad.

Chesterton era un maestro en encontrarlas. Y de hecho, una vez que las señala, es notorio percatarse de que las paradojas están en todas partes. De hecho, las cosas que poseen la más excelsa belleza están siempre expresadas de modo paradojal.

Por ejemplo: la humildad es ser grande haciéndose pequeño; la fe es creer lo increíble; la esperanza es esperar cuando todo parece perdido (dice en su libro Herejes que “Como todas las virtudes cristianas, resulta tan poco razonable como indispensable”) ; el amor es amar lo que no puede ser amado; la Vida murió en la Cruz, y resucitó.

Paradojas.

Fue algo que se le criticó mucho a Chesterton, pues sus adversarios creían que expresaba todo en “contradicciones lógicas” sólo para lucirse, sin importarle si aquello tuviera un contenido real o no.

Pero no entendían la visión del mundo que tenía Chesterton, que es la razón por la que veía paradojas en todos lados.

El hombre sólo puede vivir, postula Chesterton, si está en dos mundos a la vez. Esto es: con un pie en la fantasía y un pie en la realidad. Es decir: con un pie aquí, y el otro en el País de las Hadas. Sólo así se puede contemplar realmente la belleza de la Creación.

El hombre tiende a madurar y, en el progreso, emanciparse de todo lo relacionado con la niñez. Y al ser los niños modelo de poetas y filósofos, el hombre termina de este modo endureciendo su corazón y su mente. Termina convirtiéndose, en pocas palabras, en un ser hueco. No vive, sino que sobrevive.

Debemos recuperar, entonces, la esencia de los niños: esa doble nacionalidad que les es innata, de ser mitad hadas y mitad humanos; un poco aquí y un poco allá.

Adán y Eva no se sorprendieron al escuchar a la serpiente hablar, porque eran perfectos, y si el humano es perfecto se comporta como un niño: perfecta pureza, inocencia, curiosidad y asombros constantes.

Dios, de hecho, es como un niño. Dios no creó las cosas una vez y “colorín colorado este cuento ha terminado”. No. Si las cosas siguen existiendo, es porque ontológicamente Él renueva su existencia. Él las sigue creando, aún hoy.

Por tanto, dice Chesterton, es muy probable que Él, como un niño que no se aburre, cada vez que sale el sol, exclame: “¡Qué lo haga otra vez!”, y así un nuevo día nace.

Entonces ¿Por qué las paradojas? Muy simple. Dios es la eterna paradoja, la paradoja del Camino, la Verdad y la Vida.

Es ridículo que el hombre busque una verdad llana y lisa que lo lleve directo a Dios, porque el mismo Dios no es ni llano ni liso. Ni siquiera es uno: son Tres personas, y Uno a la vez.

Todo es paradojal. Cristo no murió en un tronco, murió en la cruz: en dos troncos de direcciones opuestas, unidos entre sí.

De aquí nace la verdad chestertoniana fundamental: toda belleza viene de Dios, así que todo lo bello tendrá forma de paradoja.

El camino circular

La mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta.

G.K.Chesterton

Postula Chesterton, a su vez, que la vida no tiene tanto forma de un camino lineal sino de un camino circular. Pero no por resucitar la doctrina pagana del eterno retorno. Se refiere al círculo en otro sentido: no una repetición sino una renovación.

El hombre viene de Dios y vuelve hacia Dios. Ya partiendo de ahí, su vida es un camino no hacia un lugar nuevo sino hacia uno viejo, que se le hace nuevo por su alejamiento de él.

Viaja al futuro a un lugar pasado, al Paraíso, a la Nueva Jerusalén, al perdido Edén. Viaja al pasado que es renovado por la Cruz: en eso consiste el llamado a la santidad.

Y no sólo esto: el camino circular se describe en un sentido general, que es aquel, pero en otro que es particular. Este camino se refiere también a la propia percepción que tenemos de las cosas.

Como se narra en su libro Manalive”. El protagonista, Innocent Smith, en una de sus andanzas, abandona a su esposa e hijos. Afirma que en otro lugar tiene una esposa más bella, con hijos más bellos, en una casa más bella y con un pasto más verde.

Entonces, se marcha. Y recorre el mundo, atravesando cientos y cientos de países. Y ¿Dónde termina yendo?

Bueno, termina regresando hacia su casa, al mismo lugar de donde partió. 

Y cuando regresa, luego de tanto tiempo, su esposa aparece a sus ojos mucho más bella, sus hijos parecen ángeles en tierra, su pasto ha adquirido un nuevo verdor y su casa es más hermosa que nunca.

Ha hecho el camino circular, que no es otro que volver a obtener la mirada de nuestra niñez: volver a asombrarnos ante las cosas cotidianas a las que nos hemos acostumbrado.

Las locuras del cuerdo

La aventura podrá ser loca, pero el aventurero ha de ser cuerdo.

G.K.Chesterton

Entonces, captar la esencia de las cosas es asombrarnos ante ellas. Por tanto, el asombro abarca tanto a la mente como al corazón: nos asombramos ante la verdad nueva que se nos revela, y esa verdad es percibida en formas bellas que nos transmiten una impresión estética en particular.

Por tanto, corazón y mente no pueden separarse. Tampoco pueden la Fe y la Razón:

Ni la razón ni la fe morirán jamás, porque el hombre moriría si se le privara de una de ellas.

G.K.Chesterton

A Chesterton le dieron a elegir entre la Fe y la Razón, y él agarró ambas, se rió y se fue corriendo. Y ya nadie pudo detenerlo.

Y en cuanto al tema de la locura ¿Qué sucede con ella? Bueno, muchos pueden pensar que la locura se debe a ausencia de Razón”. Esa es la definición clásica.

Pero Chesterton se opone a esto, afirmando:

El loco es aquel que lo ha perdido todo, todo, excepto la Razón.

Esto lo explica magistralmente en su “Ortodoxia”, pero se puede resumir en una frase:

El sabio es quien quiere asomar su cabeza al cielo; y el loco es quien quiere meter el cielo en su cabeza

El loco está loco porque quiere entender el mundo sólo con la Razón.

Pero la verdad, como hemos dicho, así como todo lo bello, toma la forma de una paradoja. Si se la quiere entender sólo con la razón, la mente va a explotar. O peor: se va a vaciar, abandonando todo sentido en su búsqueda.

Por eso en el imaginario popular está el “Científico loco”, y no tanto el “Poeta loco”.

El valor de los cuentos de hadas

Las aventuras les llegan a quienes menos las esperan. En este sentido, las aventuras les llegan a los menos aventureros.

G.K.Chesterton

Chesterton tacha de locos, entre muchos, a aquellos que detestan los cuentos de hadas. Aquellos que tienen tanta fe en la razón que se han olvidado de la fe en la humanidad.

Más aún: critica fervorosamente a quienes desean prohibir los cuentos de hadas a los niños, considerandolos criminales del más alto grado. Porque están robando algo esencial al niño: la luz de su corazón.

Chesterton lo postula así: los niños siempre crean monstruos, porque el hombre naturalmente crea, naturalmente imagina. Y los miedos siempre forman parte de nuestra imaginación. Entonces, no sirve de nada decirles que los monstruos no existen. Eso sólo desencadena dos cosas: uno, querer apagar la imaginación del niño, y dos, dejar al niño sólo ante los monstruos que se imagine.

Entonces, lo mejor que se puede hacer, lo más hermoso que puede hacerse con los niños, es alimentar su natural deseo de fantasía (como hemos dicho en la primera parte, sobre la doble nacionalidad del hombre) y mostrarles que los monstruos pueden ser vencidos.

Exactamente lo que hace el cuento de hadas es esto: acostumbra al niño a una serie de imágenes claras a la idea de que esos terrores ilimitados tenían un límite, que esos enemigos deformes tienen enemigos en los caballeros de Dios, que hay algo en el universo más místico que las tinieblas, y algo más fuerte que el más terrible miedo.

G.K.Chesterton

Esto puede resumirse en la siguiente cita:

Los cuentos de hadas superan la realidad no porque nos digan que los dragones existen, sino porque nos dicen que pueden ser vencidos.

Y no sé ustedes, pero si me tocara enfrentarme a un dragón, preferiría mucho más tener una espada antes que una regla.

Defensor de la familia y la tradición

Los que atacan a la familia no saben lo que hacen, porque no saben lo que deshacen.

G.K.Chesterton

Chesterton fue sin duda un defensor. Pero no defendía cualquier cosa, sino sólo aquello que tenía la dignidad de ser defendido. Detestaba ese desprecio por la tradición que los aduladores del progreso plasmaban en tantos escritos.

Y una de las cosas sobre las que más advirtió y que más le preocuparon, fue la familia.

En una época de industrialización, frialdad económica y escepticismo general, Chesterton reafirmó el valor trascendente de la familia, célula de la sociedad y núcleo de la vida humana. De este modo se opuso tanto al feminismo, que buscaba emancipar a la mujer de esta institución, como al anarquismo, que buscaba destruir todos sus componentes en una suerte de libertinaje eufórico y hedonista.

Lo explica magistralmente en Herejes. Hoy en día, nadie defiende a la familia. Podrá defender todo, hasta lo indefendible, pero nunca a la familia, porque nadie la considera digna de ser defendida, cuando en realidad es la más digna e importante de todas.

Por tanto, el mundo va en el sentido opuesto. El mundo se dirige contra la familia. Por tanto, la familia adquiere un nuevo tono: la familia es revolución.

Un padre y una madre unidos en matrimonio, tomados de la mano y paseando con sus hijos en brazos, será el gesto más revolucionario e intrépido en este decadente siglo.

G.K.Chesterton

La familia fue instituida directamente por Dios. De hecho, Dios se hizo hombre y habitó en una familia, la Sagrada Familia. Desde entonces, todas las familias tienen un modelo a seguir, un modelo divino. Por tanto, desde entonces, toda familia tiene un carácter sagrado. Y no defender lo sagrado es apostasía.

Porque la familia es más de lo que aparenta:

La casa humana es una paradoja, pues es más grande por dentro que por fuera.

G.K.Chesterton

También explica en otra frase:

El lugar donde nacen los niños y mueren los hombres, donde la libertad y el amor florecen, no es una oficina ni comercio ni una fábrica. Ahí yo veo la importancia de la familia.

Chesterton, gran profeta, pudo ver todo esto y dar un diagnóstico de la sociedad, prediciendo futuros males:

No tardará en proclamarse una nueva religión que a la vez que exalte la lujuria, prohíba la fecundidad, con su triduo exultante de anticonceptivos, sodomía y aborto.

Sin duda. una mente adelantada a su tiempo…

Obra de un ¿Santo?

Llegará el día en que será necesario desenvainar la espada para afirmar que el pasto es verde.

G.K.Chesterton

Lamentablemente, este subtítulo tiene forma de interrogación.

¡Cómo me encantaría que fuera una exclamación! Pero no, aún no es posible.

Más de 90 libros, alrededor de 200 cuentos, innumerables artículos y ensayos que constituyen una obra inmortal, pero todavía queda por determinar si su alma ha trascendido de igual modo. Todavía falta por determinar si el autor que ha llegado a tantos corazones ha llegado al encuentro con el Corazón Atravesado.

Porque realmente, Gilbert Keith Chesterton fue una persona admirable.

Poseía la mente del niño y el corazón del templario, los ojos del filósofo y la risa del bardo. Y sobre todo, la panza del sabio, inflado de conocimiento (y cerveza). Él no sólo es modelo de escritor y de periodista. Es modelo, ante todo, de cristiano. Es modelo de un buen ser humano.

Porque viendo al mundo desmoronarse, no huyó, como muchos hicieron. Vio la tormenta amenazante ante él. El viento traía oprobios tanto de adelante como atrás. Los terremotos buscaban hacerlo retroceder. Los relámpagos buscaban azotarlo con sus luces falsas, para quemar su espíritu. Y los que huían en mentiras confortables le gritaban que estaba loco y que saliera de allí.

Pero esto no lo detuvo. Simplemente avanzó y, clavando su bastón en el suelo con una mano, se apoyó en él mientras con la otra sacó un puro y rió ante la falsa tempestad. Y su risa resonó en aquel lugar inhóspito, porque el Señor le había dado un motivo de alegría. Que la Cruz lo había salvado, y que las puertas del infierno no prevalecerían sobre su Iglesia.

Y ¡vamos! Después de tanto tiempo buscándola, su alegría no tenía fin. ¡Por fin la había encontrado! ¡La verdad! No se preocupaba, por tanto, de que nadie ni nada, ni siquiera una ola gigante, pudieran derrocarla.

Y así fue como, luego de su muerte, hasta sus adversarios lo lloraron. Y luego de la gran tempestad, llegó (o eso creemos) a vislumbrar el nuevo día, en la Nueva Jerusalén.

Recemos, pues, por su intercesión. Recemos para que Chesterton haya hecho el camino circular.

Recemos para que Chesterton haya vuelto a su verdadero hogar.

Thiago Rodríguez Harispe

Publica desde febrero de 2022

Aunque la aventura sea loca, intento mantenerme cuerdo. Argentino. Intento poner mi corazón en las cosas de Dios. Cada tanto salgo de mi agujero hobbit y escribo cosas.