No recuerdo la primera vez que utilicé un ordenador. Aún sin ser una parte importante de mi vida, crecí rodeada de ellos.

Ver a mi padre trabajar frente a una de esas pantallas, me suponía una enorme curiosidad. Para mí eran cosas de adultos y por tanto, daba por hecho que se trataba de algo difícil de entender.

En el cole, cuando terminaba los ejercicios correspondientes antes que el resto de la clase, comenzaron a premiarme con juegos interactivos en esa enorme caja con teclas.

Tras ese acercamiento inicial a la tecnología, pude entender que sus fines podían ser tanto serios como de entretenimiento.

Con los años, todo cambió muchísimo. Los teléfonos móviles empezaron a volverse comunes y aquellos grandes aparatos, se convirtieron en una cosa más pequeña.

A mi primo, 8 años mayor que yo, pronto le regalaron uno de esos bombazos de los que todo el mundo hablaba. Pese a mi insistencia por obtener un móvil también, mi yo infantil no encontró manera de convencer a mis padres.

Aún sin ser aparatos demasiado poderosos todavía, en casa ya comprendían que la tecnología tenía una finalidad, y sólo quien cumpliera con los requisitos de poder llevarla a cabo, era correctamente apto para emplearla.

Se debe pedir a cada cual, lo que está a su alcance realizar. El principito

Luego, el sueño de la llegada de un teléfono táctil, se convirtió en realidad. Aún sin tener uno propio, mi madre me dejaba el suyo para poder montar mis videos y películas caseras.

Descubrí que la tecnología podía ayudar a explorar aquellos dones que uno desconoce que tiene, y a explotarlos una vez que los encuentra.

Un día, dudo que nadie pueda ponerle fecha exacta, comencé a usarla por deber. Con ella y gracias a ella, realizaba trabajos e investigaciones que luego exponía en clase.

Tenía en mis manos algo inmenso, pero distraerme con ello, habría supuesto una gran perdida de tiempo, así como un suspenso en otras muchas ocasiones.

Debido a internet y sus derivados, surgió en varias generaciones la necesidad de un nuevo sentido de la responsabilidad. Gracias a eso y para no perder el rumbo, nos vimos obligados a priorizar más a menudo.

Es peligroso, Frodo, cruzar tu puerta. Pones un pie en el camino, y si no cuidas tus pasos, nunca sabes a dónde te puede llevar. El señor de los anillos

Creo que el buen uso de la tecnología pertenece precisamente a los que saben priorizar, a los que le echan cabeza a la vida, y a sus decisiones, a los que no están dispuestos a tirarlo todo por la borda, si no a aprovecharse de las ventajas tan fascinantes que el mundo digital aporta.

El límite y el problema está cuando dejas de dar gloria a Dios con ella.

Estoy feliz de morir, porque he vivido mi vida sin desperdiciar un minuto en las cosas que no agradan a Dios. Carlo Acutis

Con la tecnología puedes tocar almas y corazones, ayudar a la gente, conocer nuevas personas, desarrollar tus ideas, llevar a cabo tus propósitos, llegar a sitios a los que tal vez nunca llegues físicamente…

La tecnología correctamente empleada, supone sólo belleza.

Por el contrario, la tecnología mal empleada, supone dolor, engaño, tristeza, pérdida, intranquilidad interior y otro montón de cosas malas.

Mis padres no me dieron un teléfono hasta que lo vieron necesario. Tenía 14 años y viajaba sola por primera vez en avión. Se trataba de una tarjeta prepago y, una vez que caducó, no obtuve otro hasta que volví a necesitarlo.

Durante mis últimos años de colegio, pese a tener prohibido “dormir” con el móvil, conseguía de contrabando subírmelo al cuarto para poder seguir cotilleando con alguna amiga, o hablando con el amor adolescente de turno.

Poco a poco me fueron enseñando la belleza que un móvil o un ordenador albergaba. Algunos mediante el miedo (que por experiencia, no lleva a ningún lado), otros mediante un voto de confianza (mayor o menor según la edad) ante el que no quise fallar.

Aunque no siempre utilicé (ni utilizo) la tecnología de forma perfecta, ahora sé que también detrás de ella debe existir un propósito.

Hasta la persona más pequeña puede cambiar el curso del futuro. El señor de los anillos

Me gusta llevar a Dios al mundo a través de ella, evangelizar en las redes con arte y belleza, contar historias, hacer reír, hablar de la vida y poner de moda la naturalidad.

Instagram, por ejemplo, es mi propio espacio creativo, aparte de mi red social favorita.

El saber qué compartir, el para qué y cómo hacerlo, es la clave en mi opinión, para usar inteligentemente estos grandes medios digitales. @fiorebagatello

Gracias a la tecnología puedo mantener mis amistades por todo el mundo, vivir nuevas oportunidades, aprender, enriquecerme y formarme.

Pese a todo, soy una firme defensora de que hay una edad y un tiempo para todo. Opino que hay que ir demostrando fidelidad a esos votos de confianza (en el caso de los niños) antes de corresponder soltando.

Es un hecho que con ella pueden hacer cosas grandes. Muy grandes.

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Mafalda Cirenei

Publica desde marzo de 2020

Suelo pensar que todo pasa por algo, que somos instrumentos preciosos y que estamos llamados a cosas grandes. Me enamoré del arte siendo niña gracias a mi madre, sus cuentos y las clases clandestinas que nos impartía en los lugares a los que viajábamos. Soy mitad italiana, la mayor de una familia muy numerosa y, aunque termino encontrando todo lo que pierdo debajo de algún asiento de mi coche, me dicen que soy bastante despistada. Confiar en Dios me soluciona la vida.