El hombre por su propia naturaleza es una unidad : bio (cuerpo), psiche (alma), espiritual (espíritu). La palabra unidad, hace entender que el ser humano no es un compuesto, una suma de cosas, sino que atendemos a la unidad integral de cuerpo, alma y espíritu. Éstas se afectan entre sí, por lo que la persona tiene tres dimensiones: la dimensión corporal, psicológica y espiritual.
Vuelvo a traer una comparación que ya he hecho anteriormente, y es que somos como una oruga, y una oruga pasa por un proceso de transformación, en el cual tiene dos opciones: mirar desde lejos su proceso o ser uno con el proceso.
La oruga no puede mirar desde lejos el capullo y asumir que será mariposa, haciendo esto se transforma en espectador. Vivimos en un tiempo que esta lleno de espectadores, incluso muchos son espectadores de su propia vida.
La conversión del cristiano es una exigencia propia, ya que esta misma exige una metamorfosis que permite comenzar a experimentar la “unidad” con el hijo. Esa unidad que da paso a la verdadera naturaleza del hombre.
De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es. 2 Cor 5, 17
Con estas palabras, Pablo nos da a entender que si somos cristianos, o si somos de Cristo, debemos mostrar un cambio. Tal vez no sea un cambio físico como el del gusano, pero sí un cambio en la forma de pensar y un cambio en la forma de actuar (cfr. Rm 12,2).
Lamento decirte que si alguien te dijo que esto era fácil, te mintió, ya que dejar de ser un espectador, requiere despojarte de todo aquello que ya no es bueno para vos; despojarte de tu vida vieja, en la cual te ocupabas sólo de cosas materiales, implica renuncias, sacrificios, también implica una incómoda oscuridad (como la que sufre la oruga dentro del capullo); pero siempre es prometedora de un porvenir de favor (gracias a esa oscuridad la oruga se vuelve mariposa).
Quien no busca la UNIDAD con Cristo, no experimenta verdadera conversión.
Paul Acuña
Debemos ser uno con Él en el proceso, como Él es uno. De hecho podemos observar que el evangelio de San Juan dice:
El Padre y Yo, somos uno.
Juan 10,30
Estas no son palabras vacías, o sin sentido, al contrario, es una frase inflamatoria. De hecho esto nos recuerda las palabras de apertura de este Evangelio: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios” (Jn 1, 1-2).
Es un tiempo que exige un proceso de conversión, donde cambiemos la dirección de nuestra vida y nos enfoquemos en lo importante: Dios. Y por lo tanto, dejar de ser espectadores para que así como dice Jesús “todos sean uno” (Jn 17,21). Y es tanto el amor que le pide fervorosamente al Padre “tú, oh Padre, estas en mí y yo en ti, que también ellos estén en nosotros” (Jn 17,21).
Como cristianos que comienzan a madurar, no tengamos miedo de sufrir esa incomoda oscuridad, y vivir el proceso para ser uno con Él; no te olvides que “el Señor tu Dios es un Dios Fiel” (Dt 7, 9) y que promete un porvenir favorable en cada paso que des.
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Gabriel M. Acuña
Publica desde marzo de 2020
Argentino. Estudiante de Psicología. Diplomado en liderazgo. Miembro de Fasta. Consigna de vida: "Me basta Tu gracia" (2 Cor 12, 9). Mi fiel amigo: el mate amargo. Cada tanto me gusta reflexionar y escribir, siempre acompañado del fiel amigo. ¡Totus Tuus!
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