Una vez me contó un sacerdote que ahí donde hay silencio es donde nos habla Dios. Puede que sea difícil entenderlo, pero donde nuestra razón no llega, hay que dejar lugar a la fe.
Dios es perfecto y, por su naturaleza, en su obrar nunca hay imperfección o maldad. En cambio, la fe proviene de nuestro interior, y siendo humanos y pecadores es lógico que nuestro camino de fe sea parecido a una montaña rusa. La Gracia de Dios siempre estará ahí, pero al ser nosotros humanos e imperfectos, no siempre la vemos.
Muchas veces estamos en lo alto, y al igual que en el Monte Tabor, casi rozando las nubes del cielo, tenemos mejor visión de todo y nos llega una luz especial, sobrenatural, que nos da un sentido y un empujón para vivir verdaderamente.
Otras muchas veces estamos al contrario que en aquel Monte. Nuestra situación se asemeja a una cueva donde esta luz de tanta belleza y salvación no llega a nosotros, o más bien: nos es imposible sentirla y reconocerla.
Nuestra alma puede estar pasando por la Noche oscura del alma, como llamó San Juan de la Cruz a su poema. Muchos de los creyentes nos hemos visto en esta situación, incluso la gran Santa Teresa de Calcuta estuvo cuarenta años con sequía espiritual, ¡cuarenta!, pero aún así ella tenía la certeza y la confianza en Dios para saber que, a pesar de su sequía, Dios seguía ahí y le pedía que continuase amándole y con su misión de caridad.
Dios no ha de forzar nuestra voluntad; toma lo que le damos; mas no se da a Sí del todo hasta que nos damos a Él del todo. Santa Teresa de Jesús
Experimentar la lejanía del Señor es una oportunidad para invocar su auxilio y su presencia, es el momento para darnos cuenta de nuestra humildad y de que la fe no es voluntarismo ni mérito propio; nuestra fe es un regalo de una belleza sublime, nuestra fe es Gracia de Dios.
Son en estos momentos de lejanía espiritual donde nos damos cuenta de la necesidad que tenemos de Él, y de que sin Él no somos nada. Podemos purificarnos y hacernos santos si en este camino de aparente lejanía ofrecemos nuestra angustia y sufrimiento a nuestra Madre y a Jesús, si somos capaces de ver con una mirada trascendental la mano de Ellos detrás de nuestra situación.
Si nuestra sequía es tan grande que decidimos dejar de rezar y de luchar porque no encontramos el sentido, piensa que Dios siempre nos recompensa si decidimos seguirle. Y esa recompensa será transformar nuestro corazón y madurar en nuestra unión con Él.
Puede ser que nuestra relación con Jesús haya cambiado y sintamos que no nos dice nada; quizá nos está hablando pero de otra forma. Sigue escuchándole y no dejes de ser un alma de oración, pide para que te ayude a sentirlo y a amarlo cada día más. Leer el Evangelio diario te puede ayudar a encontrar lo que Jesús te quiere decir. Proponte de vez en cuando estar en un lugar en intimidad contigo mismo y con Jesús: ¡está deseando que le cuentes! Al igual que tu mejor amigo. Pero esto no te lo guardes para ti, hablarlo con tu director espiritual o con un sacerdote te puede servir de mucha ayuda para que te acompañen en tu camino hacia Dios.
Sigue pensando que eres hijo de Dios, Él siempre estará en tu puerta llamándote, solo es cuestión de dejarle pasar en nuestra vida. A veces tenemos tanto follón en nuestra cabeza y en nuestro interior que nos puede costar escucharle.
Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. Ap 3, 20
Cuanto más olvido tenemos de nosotros mismos, más felices seremos. Volcarnos a los demás y ayudarles es la mejor manera de encontrar a Dios.
Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta. Santa Teresa de Jesús
Sé paciente con Dios y contigo mismo, esta falta de Dios que tienes también está en sus planes para fortalecerte y aumentar tu fe. Y ante todo intenta recibir los sacramentos, confiésate, puede que al principio te cueste pero Su Gracia es la única solución para acercarte.
Otro sacerdote con el que suelo hablar me comentó hace un par de días que los dos mensajes que Jesús nos da son: “Sígueme” y “No tengas miedo”. No te olvides de buscar momentos para ti con Jesús, así regarás y harás crecer el huerto y la belleza que hay en tu alma.
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Beatriz Azañedo
Publica desde marzo de 2019
Soy estudiante de humanidades y periodismo. Me gusta mucho el arte, la naturaleza y la filosofía, donde tenemos la libertad de ser nosotros mismos. Procuro tener a Jesús en mi día a día y transmitírselo a los demás. Disfruto de la vida, el mayor regalo que Dios nos ha dado.
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Es increíble leerlo.
Hace unos años, vivía en esta noche oscura. Llamaba y buscaba a Dios insistentemente, me sentía sóla. Duró 2 o 3 años, aunque algo resentida y dolida, no me alejaba de la Iglesia por que sabía que Jesús estaba y era yo la que tenía que aprender abandonarme (en ese momento no lo pensaba así) y de repente, después de tanto caminar, así como Elías en el desierto, vino a mi su mensaje: tal y cual lo relataste aquí, mi Maestro vino a explicarme lo que estaba pasando y que debía seguir en la lucha. Aunque no lo viera, aunque no lo sintiera… sólo por Fe.
Y me causa mucha alegría, volver a escuchar su voz por medio de tu escrito. Dios te bendiga ❤
Muchas gracias Verónica!! Jesús está deseando que vayamos a Él y su corazón está alegre cuando sus hijos como tú perseveran en la Fe a pesar de turbulencias. Como La Verónica, evangelizas con tu ejemplo y haciendo honra a este precioso nombre que tienes. Un fuerte abrazo!!
Que maravilloso articulo y que palabras tan acertadas para hoy en dia, que nos ayudan a encontrar luz y esperanza en nuestro oscuro, a veces, camino en la Fe.
Gracias de corazón! Adelante siempre!
Está tan llena de Dios , tu reflexión Beatriz que el alma desea ardientemente entrar en intima amistad con Dios. Hay que buscar ratos largos de silencio para oir a Jesús que sin palabras te habla.