Un pilar es un objeto que permite sostener o soportar algo. Puede tratarse, por lo tanto, de una especie de columna que contribuye al sostenimiento de una estructura.
Un pilar cumple su tarea cuando es acompañado de un buen cimiento; ambos se complementan para formar juntos una base firme, que puede soportar tempestades y mantendrá en pie lo que sostiene.
Todas las grandes construcciones necesitan buenos pilares y cimientos para mostrar su belleza al mundo, y lo mismo sucede con las personas.
Cristo también atendió a este fundamento para concretar la obra que dejaría en este mundo: la Iglesia.
Con Dios no existen las casualidades, todo lo que sucede es por voluntad suya y con todo lo que realiza tiene algo que darnos para nuestro bien. Varias veces, lo que nos quiere decir está oculto a la superficialidad de nuestro pensamiento.
Simón fue un pescador de Galilea que vivía en Cafarnaún, en casa de su suegra. Un hombre sencillo, que vivía de su oficio. Una persona frágil pero apasionada, impetuoso pero también generoso.
Saulo, proveniente de Tarso de Cilicia, fue perteneciente a una familia judía de la diáspora y, a causa de ello, estaba sólidamente formado en la ley judaica. Una persona fanática de la ley y de las tradiciones antiguas, fogoso e incansable.
Ambos, Simón y Saulo, dejaron de ser quienes eran, para convertirse en Pedro y Pablo; los dos llamados por Cristo y que hoy conforman los pilares de la Iglesia, sobre la cual, nosotros nos levantamos.
Para mí, la vida es Cristo y la muerte una ganancia Flp 1, 21
La solemnidad de San Pedro y San Pablo se festeja cada 29 de junio, ambos el mismo día, pues ellos dos murieron en Roma cumpliendo con martirio su misión, dejando un gran testimonio de la belleza de la acción del Espíritu Santo, aun en una tierra de imperfecciones como lo eran Simón y Saulo.
El Papa Francisco, haciendo referencia a su testimonio, nombra a San Pedro y a San Pablo: testigos de vida, testigos de perdón y testigos de Jesús. (Homilía del Santo Padre Francisco, Santa Misa Y Bendición de los Palios para los nuevos Arzobispos Metropolitanos en la Solemnidad de San Pedro Y San Pablo, Basílica Vaticana, 29 junio 2019).
Las vidas de San Pedro y San Pablo, debe mencionarse, no fueron cristalinas; aunque ambos eran de un ánimo religioso, sus equivocaciones fueron escandalosas: Pedro negó al Señor tres veces y Pablo persiguió la Iglesia de Dios. Fueron entonces las preguntas de Jesús las que cambiaron todo en ellos. “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” (Jn 21, 15); “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hch 9, 14). Pedro se entristeció y Pablo quedó ciego; es asombroso notar cómo las preguntas de Jesús cambiaron sus vidas, y siendo ahora dos personas llamadas por el Señor, Él decide confiar en ellos, en dos pecadores arrepentidos que de ahora en adelante serían testigos de vida.
Podríamos preguntarnos: ¿por qué el Señor no nos dio como testigos a dos personas irreprochables, con un pasado limpio y una vida inmaculada? ¿Por qué Pedro, si estaba en cambio Juan? ¿Por qué Pablo y no Bernabé? Homilía del Santo Padre Francisco, Santa Misa Y Bendición de los Palios para los nuevos Arzobispos Metropolitanos en la Solemnidad de San Pedro Y San Pablo, Basílica Vaticana, 29 junio 2019
Un aspecto importante de Pedro y Pablo durante su testimonio de vida es la presencia de la Misericordia de Dios. Pues, ¡cuántas veces habrán recordado con dolor y culpa sus actos! Pedro el negar al mismo Señor tres veces y Pablo el daño hecho a tantas personas inocentes. Aunque con una gran tristeza hayan aceptado sus errores, es en ese punto donde se encuentra la enseñanza de Dios.
Pedro y Pablo se volvieron transparentes a Cristo, mostraron su necesidad y entonces ocurrió el milagro en ellos, la humildad. Pedro le dijo a Jesús que solo era un pescador (Cfr. Lc 5, 8), Pablo se consideró el menor de los apóstoles, inclusive de no ser digno de llamarse apóstol (Cfr. 1 Co 15, 9). El nombre de Pablo, significa “el menor”, “el más pequeño”. Esta humildad la mantuvieron por el resto de sus vidas, lo cual los hizo testigos del perdón, un perdón mucho más grande que sus fracasos, un perdón tan fuerte como para curar sus sentimientos de culpa.
…Comprendieron que la santidad no consiste en enaltecerse, sino en abajarse, no se trata de un ascenso en la clasificación, sino de confiar cada día la propia pobreza al Señor, que hace grandes cosas con los humildes. ¿Cuál fue el secreto que los sostuvo en sus debilidades? El perdón del Señor. Homilía del Santo Padre Francisco, Santa Misa Y Bendición de los Palios para los nuevos Arzobispos Metropolitanos en la Solemnidad de San Pedro Y San Pablo, Basílica Vaticana, 29 junio 2019
Todo lo anterior solo lleva a la afirmación de que Simón y Saulo, dejando sus pasados en el camino, siendo ahora Pedro y Pablo, son los testigos de Jesús. Porque el testigo no es quien conoce la historia, es quien la vive con el encuentro vivo con el Señor, y San Pedro y San Pablo vivieron la historia de amor con Jesús. Vivieron para predicar en el presente y anunciar el futuro.
Por esto, los pilares de la Iglesia son San Pedro y San Pablo. Ambos mostrándonos con su testimonio el signo del poder victorioso de Dios; cuando ya no se tiene miedo, y cuando se confía en Dios, se experimenta la presencia consoladora del Espíritu Santo, especialmente en los momentos de prueba y dolor.
El misterioso itinerario de fe y de amor, que condujo a Pedro y a Pablo de su tierra natal a Jerusalén, luego a otras partes del mundo, y por último a Roma, constituye en cierto sentido un modelo del recorrido que todo cristiano está llamado a realizar para testimoniar a Cristo en el mundo. Homilía del Santo Padre Juan Pablo II, Solemnidad de San Pedro y San Pablo, 29 junio 2002
“La piedra y el instrumento elegido”. “Las llaves y la espada”. Son las formas en la que podemos encontrar el legado de los pilares de la Iglesia. Pedro es la roca firme que custodia las llaves del Cielo y Pablo sostiene la espada con la que transmite el Evangelio.
Sobre ellos, hoy toda la Iglesia se levanta, con su base firme; que es seguir la voluntad del Maestro dejándose llevar solo por la acción del Espíritu Santo. Pedro profesó primero la fe en Jesús como el Mesías e Hijo de Dios, y Pablo fue y anunció a las personas, en la caridad, que la Iglesia está destinada a ser universal.
Podemos sentirnos identificados en mayor o menor medida con alguno de ellos, con sus características de personalidad en nosotros. Tal vez mi carácter es como el de Saulo o quizá se parece más al de Pedro, cualidades que nos podrían parecer totalmente opuestas en nuestras mentes; pero que no pueden estar separadas, porque juntas se complementan en los designios de Dios. Y cada una de ellas cumple una parte esencial.
Benedicto XVI presenta esto como un paralelismo opuesto, que nos demuestra que la relación que tuvieron San Pedro y San Pablo es la relación de hermanos que nos vino a decir Jesucristo y la que nos pide el Padre día con día, ya que ellos son la contraposición de Caín y Abel, la primera pareja de hermanos, que con temperamentos opuestos, a causa del pecado, no pudieron llevar una relación de hermandad.
San Pedro y San Pablo, a pesar de no ser familiares sanguíneos, demuestran que hay una nueva forma de ser hermanos y esta se logra cuando se vive de acuerdo al Evangelio.
La Solemnidad de San Pedro y San Pablo no es una efeméride más, es un testimonio de belleza que nos ensordece en que no debemos de vivir con tibieza, pues eso sería dejar que se enfríe el amor. El Papa Francisco, sucesor de Pedro, es claro y preciso con su palabras: “Encontremos nuestras raíces en la relación diaria con Jesús y en la fuerza de su perdón. Jesús nos pregunta también a nosotros como hizo con Pedro: “¿Quién soy Yo para ti?”, “¿Me amas?”. Dejemos que estas palabras entren en nosotros y enciendan el deseo de no sentirnos nunca satisfechos con lo mínimo, sino de apuntar al máximo, para ser también nosotros testigos vivos de Jesús”.
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Diego Quijano
Publica desde abril de 2019
Mexicano, 28 años, trabajando en ser fotógrafo, bilingüe y un buen muchacho.
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Me sorprendo de lo mucho que se puede aprender de estos dos hombres, de estos dos santos. La constancia y paciencia para afrontar la vida de la mano de quien transformó la vida de ambos: Jesús.
Cuando en nuestra realidad aprendemos de todo aquello que nos ha formado, y junto a Cristo, tomamos esa cruz, la cargamos y la vivimos con toda la pasión del mundo, es allí donde la santidad empieza a trabajar a tal punto que “Para mí, la vida es Cristo y la muerte una ganancia.” será un estandarte en la vida personal para el servicio con amor a los demás.
¡Gran artículo!
Gracias Diego, Focus y Cathopic.