El pasado domingo celebrábamos el triunfo del bien sobre el mal, de la vida sobre la muerte, de la gracia sobre el pecado: la solemnidad de la resurrección de Cristo. Ahora, en este tiempo de pascua en el que apenas comenzamos a caminar, la Iglesia, que es madre y maestra, nos regala la semana de la llamada octava de pascua. Pero, ¿qué es exactamente la octava de pascua?
En la Cruz, ¿fue Cristo quien murió, o fue la muerte la que murió en Él? ¡Oh, qué muerte, que mató a la muerte!
SAN AGUSTÍN
Me decía hace tiempo un sacerdote amigo mío al preguntarle qué era la octava de pascua, que este tiempo era la alegría de un domingo que se prolongaba durante ocho días. Con esto quiero decir que en la semana que comienza con el Domingo de Resurrección y termina con el domingo siguiente, solemnidad de la Divina Misericordia, la Iglesia medita el misterio de la resurrección de nuestro Señor. Claro está que es en el tiempo de pascua donde meditamos este misterio, pero es en la octava de pascua cuando se medita con más fuerza aún. Sin embargo, esta semana deja ver que la celebración de la Resurrección se extiende más allá del tiempo de pascua.
El gozo que experimentaron los apóstoles por la resurrección de Cristo, superó cualquier otro gozo que ellos tuvieron, cuando Jesús estaba todavía con ellos en su cuerpo mortal.
SAN ANTONIO DE PADUA
En esta semana, la Iglesia en su liturgia utiliza textos del Libro de los Hechos de los Apóstoles, libro que describe los orígenes de la Iglesia y cómo los primeros seguidores de Jesús continuaron su misión. Por otro lado, la secuencia pascual es obligatoria durante estos días. Asimismo, en el saludo final, el sacerdote da su despedida, a la que le agregará la palabra “aleluya”, palabra que hace referencia a un grito de júbilo del pueblo de Israel hacia Dios y que, a pesar de sus muchas traducciones, puede interpretarse como “gloria a Dios”.
Que la alegría de la resurrección nos levante de la soledad, la debilidad y la desesperación a la fuerza, la belleza y la felicidad.
FLOYD W. TOMKINS
Queridos lectores, les exhorto a vivir este tiempo de pascua como un tiempo para reconocer el sacrifico salvífico de nuestro Señor en la Cruz, contemplando la Cruz, no como un signo de tortura, sino como un signo de redención, como el signo más grande del amor de Dios por nosotros. Del mismo modo, roguemos al Espíritu Santo, que prepare nuestros corazones en este octava de pascua para vivir de manera viva y eficaz la próxima solemnidad de la Divina Misericordia, y así, como el apóstol Tomás, podamos descansar en el pecho de quien es la Vida y la Resurrección. Desde lo más profundo de mi alma, les deseo unas ¡felices pascuas!
P.D.T.: A continuación, les dejaré un canto para que meditemos en este tiempo litúrgico, cuyo color simbólico es el blanco, signo de gloria, inocencia, pureza del alma.
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John Sergio Reyes León
Publica desde julio de 2020
Soy un joven de 18 años de edad nacido en Bogotá pero residente en Medellín, la ciudad más católica de Colombia. Trato de seguir el ejemplo de los evangelistas al relatar la buena nueva que Dios ha hecho en mi vida. Parafraseando a san Pablo: Ahora no hablo yo, es el Espíritu Santo el que habla en mí.
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