Me parece sorprendente que Mateo comience su relato de la tentación en el desierto con este hecho: Jesús fue conducido al desierto por el Espíritu, el mismo Espíritu que descendió sobre Jesús durante su bautismo. Justo después de que se abrieran las nubes y Dios proclamara: «Este es mi Hijo, el Amado; en él me complazco» (Mt 3, 17), Jesús fue guiado a pasar cuarenta días y cuarenta noches de ayuno en el desierto. Jesús experimenta una transición tan sorprendente: de las aguas del Jordán al árido desierto, de la certeza de su llamada a la duda y la tentación.
El Espíritu condujo a Jesús al desierto para que fuera tentado por el diablo. (Mt 4, 1)
¿Por qué el Espíritu llevó a Jesús al desierto? ¿Qué necesitaba esta experiencia en el desierto antes de comenzar su ministerio público?
El relato de Mateo se centra en tres tentaciones. El diablo tienta a Jesús: para que use su poder para crear pan; para que cumpla las Escrituras salvándose del mal; y para que gobierne el mundo alejándose de Dios. Estas tentaciones son muy específicas. Cuando medito este Evangelio, recuerdo que Jesús era plenamente humano, además de plenamente divino. Después de cuarenta días y cuarenta noches en el desierto, este Jesús plenamente humano debió de tener hambre. Debió preguntarse al menos una vez si realmente podía seguir el plan de su Padre para redimir al mundo, y debió preguntarse si el Reino de Dios podía reinar realmente en medio de la realidad que estaba encontrando.
La belleza que encuentro en estas reflexiones, me ayudan a entender por qué el Espíritu llevó a Jesús al desierto. La tentación en el desierto debió despertar en Jesús una increíble compasión por la humanidad. Porque las tentaciones del demonio apuntaban justo al núcleo de las dudas de Jesús, al igual que las tentaciones que yo encuentro a menudo parecen apuntar a mis propias áreas de duda, inseguridad o incertidumbre. En este relato, llegamos a ver por qué Jesús respondía con tanto amor, misericordia y compasión a los que encontraba que habían sucumbido a la tentación: Él también vivió la experiencia de la tentación, del amor, de la misericordia y de la compasión.
De hecho, ¿Qué mejor preparación para el ministerio público podría recibir Jesús?
Sé que en mi propia relación con Dios y en mi propio ministerio, mis dudas y dificultades a menudo golpean el corazón de mis inseguridades. Como estudiante universitario, las mayores tentaciones que experimento son las que amenazan mi certeza de que Dios me ama y me llama a servir de una manera determinada. A veces tengo la tentación de ver que no soy muy bueno en mis clases, un examen difícil o una respuesta imperfecta como una señal de que debo dar menos de lo mejor en mi vocación diaria. Pero en esos momentos, la belleza del Espíritu Santo me reconforta.
Así que encuentro una fuerza increíble en la respuesta de Jesús a cada una de las tentaciones del diablo. Y me consuela nuestro Dios encarnado: Jesús no se limita a observar la experiencia humana, sino que la vive con nosotros, en todo su desafío y complejidad. Jesús está con nosotros en todas las dudas y tentaciones que enfrentamos. El Espíritu de Dios que guio a Jesús al desierto y a estos momentos de tentación también lo bendice con la fuerza para responder con confianza en Dios y con una firme fidelidad al plan de amor de Dios.
El desierto es un lugar a donde entramos para salir. No es un sitio en el que se pretenda que permanezcamos. Dios nos conduce al desierto para retirarnos de nuestras distracciones, pasiones o egoísmo, para que purifiquemos nuestro corazón y salgamos de él renovados, convertidos, animados a seguir caminando y encontrando belleza en los momentos de duda.
No tengas miedo al silencio y soledad del desierto, en realidad éste representa una oportunidad, una gracia de Dios, para nuestro crecimiento espiritual a través del aumento en la confianza, la renovación de nuestra fidelidad y la práctica del abandono.
Y, por supuesto, tenemos la bendición de conocer los siguientes capítulos de la historia. ¿Cómo no vamos a sentirnos reconfortados por lo que sigue en los Evangelios? Siguiendo la voluntad de su Padre y confiando en el Espíritu, Jesús convierte cinco panes y dos peces en un banquete que alimenta a cinco mil personas. Jesús cumple las Escrituras cuando resucita al tercer día y redime al mundo entero. Y, finalmente, Jesús reina sobre el Reino de Dios por toda la eternidad.
Que nuestro viaje cuaresmal, o cualquier momento en que nos encontremos en el desierto, nos haga estar abiertos al mismo Espíritu que descendió sobre Jesús en su Bautismo y le llevó a momentos de lucha y compasión en el desierto. Que los momentos de desafío que enfrentamos, nos hagan empatizar con nuestros amigos y familiares que también luchan.
Que nuestros momentos de duda nos hagan estar dispuestos a tender la mano a los miembros de nuestra comunidad en su incertidumbre. Y que nuestra fe en un Dios que entra de lleno en nuestras fuerzas y debilidades humanas, nos ayude también a reconocer el movimiento del Espíritu en lo que está por venir.
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Abner Xocop Chacach
Publica desde septiembre de 2019
Joven guatemalteco estudiante de Computer Science. Soy mariano de corazón. Me gusta ver la vida de una manera alegre y positiva. Sin duda, Dios ha llenado de bendiciones mi vida.
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