Hola, ¿Cómo estás?, ¿estás listo? Antes quiero contarte algo que me pasó… A vos lector, no te puedo ni quiero mentir, iba a escribir sobre otra cosa, pero últimamente el Señor me pone personas en el camino que me prenden la lamparita. Hace unos pocos días, me reuní con mi ahijado a charlar, y me pidió ayuda con un pasaje bíblico, del cual hablaremos, y fue tan profundo la belleza de este encuentro para ambos, que decidí traer esta pequeña reflexión hoy aquí. Espero te sea de utilidad.
Ahora sí… ¿empezamos?
Después de un largo camino, Jesús pregunta a sus discípulos: “¿Qué dice la gente sobre el hijo del hombre?, ¿Quién dicen que es?” (Mt 16, 13) Y yo te pido a vos ahora, que te tomes un minuto para contestar, si te animas en los comentarios, o agarra un lápiz y papel y responde: ¿Quién decís que es Jesús?
Los demás apóstoles que respondieron antes, decían que la gente afirmaba que “el hijo del hombre” (Cf. Mt 16,13), era un profeta resucitado, Elías o Juan el Bautista.
Y repitió Jesús la pregunta: “¿Quién dicen que soy yo?” (Mt 16, 15) Y Simón tomando la palabra dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Cf. Mt 16, 16; Mc 8, 29; Lc 9,20). ¡Le reconoció! Esto se le ha sido revelado, su fe es un regalo de Dios; en ese momento podemos observar el carisma de Simón, ya que tiene la capacidad de conducir a la gente hacia la verdad, y atrajo a otros a seguirle. Tenía una personalidad un poco colérica/sanguínea. Por lo general era el primero en hablar, y también poseía una gran pasión. Simón tenía un fuego interno que marcaba la diferencia, tomó la decisión de responder con la verdad que le fue revelada por el Padre.
Inmediatamente Jesús responde reconociéndolo a él, al mismo tiempo que le otorga Su bendición:
Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás; porque no te lo reveló carne ni sangre, mas mi Padre que está en los cielos. Mt 16, 17
Esto se le ha sido revelado, su fe es un regalo de Dios; Verdaderamente es bienaventurado aquel a quien Dios le revela tal cosa, porque las verdades espirituales solo pueden ser entendidas con la ayuda del Espíritu Santo, y la mente carnal es incapaz de hacerlo: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Cor 2,14). La bienaventuranza es doble porque por un lado, se tiene el privilegio de recibir de parte de Dios la revelación a través de un acto sobrenatural, y por el otro, su declaración trae al corazón una convicción verdadera acerca de la persona de Jesús, que a su mismo tiempo trae salvación para el que cree.
Basada en la declaración de Simón, Jesús hace una afirmación muy importante:
Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Mt 16,18
Antes de esta decisión, dijimos que Jesús estaba rezando a solas. Pero les comparto una curiosidad de Jesús, y es que él siempre rezaba antes de tomar una decisión, y esto lo podemos ver en distintos momentos. No se sabe que estaba rezando, pero seguro que estaba orando por lo que venía: La Pasión.
Antes de la Pasión tiene lugar está conversación, y en la misma, él que era un simple pescador de peces pasaría a ser un “pescador de hombres” (Mt 4, 18-22). La identidad es algo que nos define, nos clasifica y describe. La identidad es importante para el cumplimiento de cualquier tarea, pero es aún más importante para mantener apego y pasión por un propósito, y en el destino mismo de nuestra vida. Cristo decide cambiar la identidad de Simón, y deja de ser “Simón, hijo de Jonás” (Mt 16,17) para ser Pedro, la piedra de la Iglesia. Dios al cambiar el nombre, cambia la identidad, y por ende, esta nueva identidad conlleva una nueva vida, nuevas relaciones, nueva visión, nuevo destino, nuevas convicciones, nuevos apegos, una nueva misión, al fin y al cabo, un nuevo propósito. ¿Cuál es la misión que Cristo tiene para vos? Para entender este propósito es necesario depositar está confianza en Él y tener una convicción pura de corazón.
La Biblia nos habla de la “iglesia”, el término semítico traducido es “ekklesía” (ἐκκλησία), y se refiere no a un edificio, sino a la congregación o asamblea de personas. Por ello, la Iglesia del Señor no es un templo o edificio, sino todos los creyentes que estamos unidos por nuestra fe somos el templo y morada del Espíritu Santo. Este término se encuentra con frecuencia en el Antiguo Testamento para designar a la comunidad del pueblo elegido. Jesús deja un líder entre líderes para edificar esta asamblea, para edificar la Iglesia. Deja a Pedro, esa era su misión.
Pedro sabía por revelación divina y por su corazón que Cristo era el único fundamento de la Iglesia, y lo afirma de la siguiente manera: “Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, la piedra que los edificadores desecharon ha venido a ser la cabeza del ángulo; y: Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados” (1 P 2,7-8). El apóstol Pablo afirmó también, un poco más explícito lo siguiente: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” (1 Cor 3, 11).
Haremos un pequeño análisis de las palabras que utilizó Jesús en el momento de hablarle a Pedro. Cuando le dijo “Tú eres Pedro”, la palabra griega Pedro es “Pétros” (Πέτρος), y en este idioma hace referencia a una piedra o roca pequeña, mientras que cuando dice: “sobre esta roca edificaré mi iglesia”, la palabra roca que usa es “pétra” (πέτρα), la cual hace referencia a una roca mucho más grande. En este sentido, tanto Pétros como pretra son diferentes entre sí, y no podría referirse a la misma cosa, pero si Pedro no es la roca sobre la cual la Iglesia sería edificada, podemos entender que lo deja como líder de la asamblea, para guiar a Su rebaño. La roca sobre la cual la Iglesia está edificada, es la misma declaración de Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”
Cristo mismo es el fundamento de la Iglesia, y bajo este fundamento los apóstoles y profetas fundaron la Iglesia. Veamos las Escrituras:
Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu. Ef 2, 20-22
El fundamento de los apóstoles y profetas fue el mismo Jesús, como el Cristo y Dios, el mensaje de arrepentimiento, de muerte y resurrección de Nuestro Señor. ¡Predicaron a Cristo! ¡La principal piedra es Él, Cristo, fundamento de la Iglesia!
En el pasaje de Efesios somos edificados dentro de un edificio que está destinado a ser templo y morada del Espíritu Santo, y el apóstol Pedro, nos compara a los creyentes con pequeñas piedras con las cuales se edifica la casa de Dios:
Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, más para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sión la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en él, no será avergonzado. 1 P 2, 4-6
Querido lector, estás llamado por Él, por Cristo, por el Mesías, por el Hijo de Dios vivo, a ser “piedra viva” (1P 2, 5) sellada en el espíritu (Cf. 2 Cor 3,3) que edifique la Iglesia, porque tienes el mismo llamado que Pedro: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18).
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Gabriel M. Acuña
Publica desde marzo de 2020
Argentino. Estudiante de Psicología. Diplomado en liderazgo. Miembro de Fasta. Consigna de vida: "Me basta Tu gracia" (2 Cor 12, 9). Mi fiel amigo: el mate amargo. Cada tanto me gusta reflexionar y escribir, siempre acompañado del fiel amigo. ¡Totus Tuus!
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