Se habla mucho del Espíritu Santo en las Sagradas Escrituras, pero no lo sabemos interpretar, no es casualidad que hoy hablemos de Él, no apareció así porque sí en el Nuevo Testamento, desde los comienzos de nuestra vida está con nosotros.
Los invito a acompañarme en un breve y pequeño viaje por las Sagradas Escrituras. El que tenga cerca una Biblia, tómela, la Palabra está Viva y su belleza siempre nos dice algo nuevo, con cada versículo que nos encontremos le sacaremos una riqueza impresionante.
Para comenzar iremos al primer libro de la Biblia, el Génesis, en su primer capítulo, Dios creó los cielos y la tierra… Y la tierra estaba desordenada sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. (Gn 1,2)
El Espíritu de Dios nos acompaña desde el principio de la creación y Él nos da la vida. Vamos un poquito más adelante, cuando Dios acaba los cielos y la tierra, en el séptimo día formó al hombre del polvo de la tierra.
Y sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente. Gn 2, 7
Desde aquel momento, estamos sellados por Su aliento, es Señor y Dador de vida, pero su acción continúa.
En el Antiguo Testamento hay muchos pasajes referidos a la figura de la tercera persona de la Santísima Trinidad, pero no vamos a centrarnos en eso, vamos a saltar varios libros de la Biblia, ahora sigamos… En el libro de los hechos Jesús dijo a sus discípulos que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo que oyeron por su boca. Porque Juan – el Bautista – ciertamente bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo (Hch 1, 4-5). El Espíritu Santo comienza a habitar en el alma de cada uno cuando se está en Gracia y en unión con Cristo, y la sella para siempre, como lo afirma el apóstol Pablo en sus cartas.
San Pablo es muy claro, Dios no hace excepción de personas, todos estamos sellados. Deja en claro que es el Espíritu Santo quien “nos ha sellado”. Esta es nuestra vocación: estamos llamados a ser sellados por el Espíritu de Dios, pero está en cada uno abrir su corazón para dejarlo.
El Sello del Espíritu se aplica en el momento en que abrimos esa puerta, y la marca del Espíritu Santo es en la medida en que esté abierta esa puerta. Cuando llegó el día de Pentecostés todos los apóstoles habían sido preparados por el Señor, un gran privilegio, y lo recibieron por completo. Dice la Escritura: “ Y fueron llenos del Espíritu Santo” (Hch 2, 4); luego de este acontecimiento le sucede el primer discurso de Pedro donde se da a entender algo muy interesante respecto a lo que venimos charlando…
Pedro les dijo “Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Hch 2, 38
La persona es sellada en el momento de su conversión, es sellada en el momento que vuelve su mirada a Cristo, es simultáneo, porque:
Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros Jn 16, 13-14
Dijimos que era simultáneo, y que San Pablo en sus cartas lo expresaba magníficamente y aquí vamos a una de sus cartas: “En Él (Cristo) también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en Él, fuiste sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria” (Ef 1, 13-14).
El Espíritu Santo descendió para habitar en nuestras vidas, a través de nosotros Él está en todas partes, porque tú y yo somos sus embajadores. Somos representantes, caminamos con el Espíritu Santo dentro nuestro, poseemos Su sello, y este, es el mejor regalo que Dios nos pudo haber dado después de la salvación que nos compró Jesús con su poderosa sangre. Sus siete dones confirman que el alma crece y se enriquece, por la acción santificadora del Espíritu Santo.
Para culminar, quiero recordar estas palabras del apóstol Pablo:
Sois cartas de Cristo escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo 2 Cor 3, 3
¡Ven Espíritu Santo, llena nuestros corazones! Séllanos con el fuego de Tu Amor, y que podamos ser llenos de Ti. Te abrimos nuestro corazón para que habites en él, toma posesión de nosotros y de nuestro alrededor. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
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Gabriel M. Acuña
Publica desde marzo de 2020
Argentino. Estudiante de Psicología. Diplomado en liderazgo. Miembro de Fasta. Consigna de vida: "Me basta Tu gracia" (2 Cor 12, 9). Mi fiel amigo: el mate amargo. Cada tanto me gusta reflexionar y escribir, siempre acompañado del fiel amigo. ¡Totus Tuus!
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