A veces, querido lector, somos frágiles, nos equivocamos, hacemos el mal que no queremos y dañamos a otros o a nosotros mismos. A veces, tenemos pecados que creemos imposibles de vencer, debilidades que creemos que nunca erradicaremos. Y si nos miramos a nosotros mismos en el espejo de nuestro amor mezquino así será; siempre habrá motivos para sentirnos mal, decepcionarnos y deprimirnos. Hay que vernos desde los ojos de Dios, su mirada es siempre misericordiosa. Nos ve con la ternura de un padre: su mirada nos levanta, nos valora, nos devuelve la fuerza. Cree en nosotros, nos impulsa…
¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré! Yo te llevo grabada en las palmas de mis manos.
Isaías 49, 15-16
Esta es la belleza del Amor de Dios, que nos ve como un Padre a un niño pequeño. Nuestros pecados le duelen porque nos dañan a nosotros, al igual que a un padre cuando su hijo se cae y lastima, pero eso no lo hace alejarse sino correr hacia él para sanarlo y consolarlo.
Sucede que, a veces, nuestros ojos están tan cansados que no logramos levantarlos hasta el Padre, y así ver en el espejo de sus ojos nuestro reflejo real. Entonces, necesitamos de alguien, de alguien que nos mire como Dios nos ve. Que experimentemos en su mirada y sus palabras aquella ternura que sabemos que Dios tiene. Pidámosle a San José que nos envíe a aquella persona que es capaz de transmitirnos la ternura y belleza del amor de Dios así como él lo hizo con Jesús.
Jesús vio la ternura de Dios en José Patris Corde.
Papa Francisco
Pero así como otro puede ser para nosotros instrumento de Dios, para hacernos ver y sentir la belleza de su amor misericordioso, tenemos que pedir al Padre ser nosotros también vehículos de su ternura para los demás. La mirada del apóstol moderno no puede ser prejuiciosa, desconfiada, mezquina o envidiosa. Debemos portar en cada gesto y palabra aquella misericordiosa mirada del Padre que comprende y acoge porque,
Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho.
Lucas 12, 48
y si Dios nos amó tanto debemos responder a su amor, amando.
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Santiago Rodriguez Barnes
Publica desde febrero de 2022
Soy un joven católico y Argentino, estudiante de Letras y Filosofía. Actualmente soy miembro de un movimiento de la Iglesia llamado FASTA que se dedica a la evangelización de la familia, la cultura y la juventud.
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