En la historia de la humanidad, los jóvenes, en todas las épocas que han acontecido a través de los años, han dejado una huella importante en los sucesos ocurridos durante todos aquellos momentos relevantes de la historia; derivada del ímpetu, la convicción, la curiosidad y la búsqueda de un fin que amerite todos los esfuerzos y sacrificios realizados. Hoy en día, aquella juventud sigue estando presente en cada uno de los jóvenes que viven en nuestra sociedad. Y dentro de la Iglesia la fuerza de las nuevas generaciones no ha sido una excepción que no haya brindado grandes lecciones de entrega de amor y por amor.
De jóvenes que causaron un gran impacto con sus testimonios podemos hablar por mucho tiempo; dentro ellos podemos considerar a San José Sánchez del Río, mártir mexicano que murió al grito de ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!; de Santa María Goretti y Santa Inés, vírgenes y mártires que defendieron la castidad hasta el último momento; de Santo Domingo Savio, que dio muestra de la alegría de la entrega a Cristo Eucaristía; también de Santa Juana de Arco, muchacha obediente y decidida en seguir el camino que Dios le mostró, el cual la llevó hasta ser heroína nacional de su natal Francia y de Santa Teresita del Niño Jesús, hoy la persona más joven en ser Doctora de la Iglesia al morir teniendo solo 24 años de edad.
Es sin lugar a dudas “el ejemplo” lo que motiva a la voluntad y convence a la razón de entrar en acción en lo que sea conveniente y necesario de hacer en nuestro tiempo. Con los jóvenes santos no fue de manera distinta, pues todos ellos vivieron de manera servicial y con devoción sus vidas que fueron entregando al Padre con el paso del tiempo. Cristo mismo se acercó a nosotros como hombre para darnos la pauta de todo esto, el ejemplo, y a través de Él y con sus acciones podemos decir que un joven carpintero llegó a ser el Salvador de todos nosotros.
(…) En la plenitud de su juventud comenzó su misión pública y así brilló una gran luz (…)
Christus vivit #23
Entonces, si para poder entender la motivación de los jóvenes hay que entender la fuente de la inspiración, es debido intentar analizar por qué Cristo es ese eterno joven que ha inspirado y seguirá alentando a tantas personas. Vaya tarea…
Para nuestra tranquilidad el Papa Francisco ha puesto a nuestro alcance un documento nuevo que nos ayuda a comprender con sencillez las razones por las cuales el Hijo de Dios, con toda la fuerza de la juventud, y con la mismas características humanas que cualquier joven de ahora pueda tener, nos dejó como ejemplo esa entrega de la que Él dio muestra: ¡Cristo vive!
El Papa Francisco nos explica: con poco más de 30 años, Cristo llegó a cumplir su misión en este lugar y toda su juventud fue una constante preparación para brillar llegado su momento. En el momento de su bautizo las Sagradas Escrituras nos dan certeza de que Él es el Hijo amado del Padre (cfr. Lucas 3,22). Pero al mismo tiempo Él vivía sujeto a sus padres: María y José (cfr. Lucas 2, 41-51) y no renegaba de ellos; durante todo ese tiempo “Jesús, iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres” (Lc 2,52) y con ello Él no dudo en ocuparse de sus cosas y de su misión que tenía con el Padre (cfr. Lc 2,49). A su vez, en esa preparación Él iba desarrollándose con las personas de su alrededor, no se mantenía cerrado a los demás; cuando las personas se preguntaban: “¿No es éste el hijo de José?” (Lc 4.22) podemos confirmar que el resto de la gente lo aceptaban por cómo Él era y por su dedicación. Y con esto la relación con sus padres, María y José, se mantenía abierta y con total confianza entre ellos, pues podemos entender a través de la peregrinación hacia Jerusalén como sus papás se mantenían tranquilos porque creían que Él estaba caminando libremente entre la gente aunque no lo vieran durante todo un día (cfr. Lc 2, 41-44).
Jesucristo en esta tierra fue una persona extraordinaria, pero también fue alguien de lo más normal. Así también nosotros los jóvenes podemos encontrar que las características de Jesús en su vida terrenal fueron de las más comunes, como las de nuestro tiempo. Y con ello, Él pudo lograr concretar la misión que le fue designada por el Padre. En ese mismo sentido, todas las personas y también las que conforman a la juventud, somos personas extraordinarias en potencia, que así como los jóvenes santos podemos llegar a ese estado de gracia siguiendo el ejemplo de Él en su tiempo de preparación hasta llegado el momento de brillar. La premisa que debemos de tener ante todo, en todo momento para lograr el objetivo de resplandecer es la misma que Cristo tuvo: tú eres amado, tú eres el Hijo amado del Padre.
Tú eres mi Hijo muy querido, en quién tengo puesta toda mi predilección Lc 3,22
Si por algún momento se pudo pensar que para poder alcanzar un nivel de santidad ejemplar había que estar dotado de superpoderes, hoy nos damos cuenta de que para ello basta con ser solo una persona normal, hecha a la imagen y semejanza de Dios nuestro Señor. Eso es todo lo que se necesita para alcanzar lo extraordinario. ¿Y cómo se manifiesta toda esta situación en la juventud actual?
Es muy sencillo, basta poner un poco de atención en los jóvenes católicos y sus inquietudes de un mundo mejor. Muchos de ellos participan de alguna manera en un apostolado. Unos dentro de un grupo o movimiento, otros tratando de llevar una vida de fe con base en principios cristianos. Esa es la juventud que revitaliza a la Iglesia, aquella que busca respuestas en este mundo actual con sus problemas actuales y que actúa para encontrar la verdad a sus interrogantes. Ya sea enseñando a otros jóvenes, consolando al enfermo, vistiendo al desnudo, alimentando al hambriento; o esforzándose en sacar buenas notas en base al esfuerzo, llevando a cabo su trabajo con esmero y dedicación, colaborando en casa con el quehacer doméstico y teniendo amigos para toda la vida.
Es cierto que las respuestas a las situaciones que vivimos hoy en día, una generación de muchachos no logrará resolver por completo tales circunstancias. La misma juventud también se encuentra dolida en algunas partes y por eso mismo el Papa Francisco nos explica con mayor profundidad cómo podemos actuar en favor de estos jóvenes heridos en la Exhortación Apostólica: ¡Cristo vive! Pero, de la misma manera que los jóvenes santos que paulatinamente fueron entregando su vida al Padre con su servicio, vocación y alegría, la juventud del día de hoy en su entrega de amor y dedicación revitaliza a la Iglesia que ha perseverado por tantos años guiada por el Espíritu Santo en la búsqueda del bien común y el amor hacia los demás.
Al fin y al cabo la respuesta a cómo comenzar en este camino de santidad es mover los pies en ruta hacia ese camino que otros ya nos han mostrado. San José Sanchez del Río, “San Joselito”, con su fuerte determinación de ser parte de quiénes luchan y dan su vida por defender la verdad y el bien ya nos los había dicho antes: “Mamá, nunca había sido tan fácil ganarse el Cielo como ahora”. En estos tiempos complicados de cambios, ideologías e imposiciones, ponernos en acción y sin miedo; para ser los protagonistas de la santidad es la manera más sencilla, así como dijo San Joselito, de ganarse el Cielo.
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Diego Quijano
Publica desde abril de 2019
Mexicano, 28 años, trabajando en ser fotógrafo, bilingüe y un buen muchacho.
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