Hoy en día estamos en el mundo de la comunicación, de la sobreinformación, nos llegan noticias (tanto verdaderas como falsas) por todos los lados. Nos mandan ofertas, recomendaciones, novedades… y así estamos al día de todo lo que ocurre, tanto aquí como en la otra parte del mundo.
Pero los medios se han olvidado de darnos la mayor noticia, o quizá es porque nos llegan tantos mensajes al móvil que ha pasado inadvertida: la Buena Nueva.
¿Por qué se habla tan poco de ella? ¡Si supuso la mayor revolución de la historia!
El Evangelio (la Buena Nueva) trajo valores y enseñanzas nunca antes establecidos, y nos ayuda a responder a problemas e inquietudes que tenemos a día de hoy. No tiene fecha de caducidad, fue escrita hace ya siglos pero su mensaje nos sirve para nuestras situaciones actuales: por ejemplo, nos llama a que acudamos a Él cuando estamos angustiados y agobiados: “Venid a mí los que estéis cansados y agobiados, que yo os aliviaré” (Mt 11, 28-29).
Jesús vivió en una sociedad con la mentalidad de aquellos fariseos que querían quedar bien antes que hacer el bien de corazón. Que se preocupaban más por el dinero, el poder, el egoísmo y tenían falta de humildad, aspectos que encontramos en nuestra sociedad actual. Jesús respondió a todas estas miserias del hombre con un valor espiritual y trascendente, donde reside la Belleza.
Una gran parte de las enseñanzas y parábolas de los cuatro Evangelistas se refiere al dinero y a las posesiones, ya que tenían gran importancia en el pensamiento de los contemporáneos de Jesús. Los fariseos son descritos como amantes del dinero (Lc 16, 14).
Ante esto, Jesús adoptó una posición inflexible: no se puede servir a Dios y al dinero (Mt 6, 24). Es necesario escoger uno u otro, no caer en una vida materialista y olvidarse de cuidar el alma y la espiritualidad.
Jesús nos llama a desapegarnos de todos aquellos vicios, aparatos, adiciones… que nos atan al mundo y nos impiden la vida trascendente. Zaqueo se deshace de todo excepto de aquello que realmente necesitaba (Lc 19, 8).
La sociedad de hoy en día hace que situemos el sentido de nuestra vida exclusivamente en el éxito, en el deseo de riquezas, en el desarrollo de capacidades personales, sin tener en cuenta la existencia de los otros ni el respeto por los valores cristianos. Y esto, aparte de que no nos sacia, agudiza y aumenta la sed en el alma del hombre.
¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma? Mt 16, 26
Para salir de nosotros mismos Jesús nos dice que nos volquemos en el otro; al igual que la viuda pobre que dio las únicas monedas que tenía para el tesoro del Templo (Lc 21, 1-4), demos nuestro tiempo, nuestro cariño, nuestra alegría. El poder de una sonrisa es mucho más fuerte de lo que imaginamos.
Santa Teresa de Calcuta nos deja una oración para aprender a amar, que recoge muchas de las enseñanzas de Jesús:
Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida; cuando tenga sed, dame alguien que precise agua; cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor. Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo; cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro; cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado. Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos; cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien; cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos. Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión; cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender; cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona. Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos; dales, a través de nuestras manos, no solo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.
En el Evangelio Jesús nos muestra con los milagros que realizó, en el pasaje de María Magdalena, con la parábola del buen samaritano, de la oveja perdida, del hijo pródigo; la comprensión, la misericordia y el cariño con que trataba a todo el mundo. Miraba a todos a los ojos con una mirada dulce de amor y comprensión, y todos ellos se sentían amados y queridos, valorados por Alguien. Que no nos cueste detenernos mirar a los ojos de los que tenemos al lado y apreciar la belleza que hay en cada uno. Pararnos a escuchar a los que nos necesiten, como Él hacía. ¿Abarca nuestro corazón a todas las personas que están a nuestro alrededor?
Otro aspecto a señalar de la sociedad de Jesús es que las personas eran tratadas con diferentes grados de honor y dignidad, de acuerdo con la posición que ocupaban en la sociedad. Jesús trató a todos con igual respeto y honra, se mezcló con todo tipo de personas, favoreció a los pobres, a los despreciados, a los marginados. Porque nos quiere a decir que todos somos iguales, y aquí viene la gran aportación del Cristianismo a la sociedad: la dignidad. Todos debemos ser tratados y tratar a los demás (si tenemos derechos tenemos obligaciones) con dignidad, porque somos hechos a imagen y semejanza de Dios.
La humildad es necesaria para permitirnos ser moldeados por esta Buena Nueva. El gran ejemplo que tenemos de humildad es el mismo Dios que se hizo Niño para nacer pobremente en un portal, y ser crucificado entre ladrones.
El mundo puede ser mejor de como nosotros le permitimos que sea. ¿Cómo? Desde la belleza de las palabras del Evangelio.
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Beatriz Azañedo
Publica desde marzo de 2019
Soy estudiante de humanidades y periodismo. Me gusta mucho el arte, la naturaleza y la filosofía, donde tenemos la libertad de ser nosotros mismos. Procuro tener a Jesús en mi día a día y transmitírselo a los demás. Disfruto de la vida, el mayor regalo que Dios nos ha dado.
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No esperes que esto que está en tu corazón salga en las noticias, ya que eso no le interesa a ningún medio de comunicación…por eso nosotros los cristianos somos el periódico, la revista, la noticia, la película, etc..ya que estamos unidos a El. Y nuestro testimonio de ve en todas partes y no hacemos publicidad, ya que lo que cura y sana eso no interesa a la medicina , ni a los medios de comunicación, pues no ganarían grandes fortunas. Muy Beatriz por este gran dilema que sólo Dios sabe resolver.