Llegar al momento del cambio de año y recordar el día de María como Madre de Dios me lleva a meditar sobre el paso del tiempo y el papel que juega María en el Apocalipsis. Mucho se ha escrito sobre el papel crucial de la Virgen en la historia de la salvación, pues es evidente que Cristo no se habría encarnado y no nos hubiera redimido. Pero en este artículo vamos a reflexionar sobre la Madre en el Apocalipsis.
Luis María Grignion de Montfort en sus escritos nos habla de un segundo reinado de Jesucristo, que será precedido del reinado de María, como el sol de la aurora; y al describir esa dorada edad, exclama:
¡Feliz ese siglo de Nuestra Señora, que precederá al reinado del Corazón Divino; cuando las almas respirarán a María, como los cuerpos respiran el aire. Luis María Grignion de Montfort
Este siglo feliz que nombra Montfort será feliz por ser rico en mártires, porque ha sido profetizado que los últimos tiempos serán de persecución y destrucción. La Virgen María es la madre que nos enseña el camino para esperar la Segunda Venida, para llevar una vida de gracia, para nuestra formación de carácter, para no caer en la desesperanza de nuestros días y ser valientes frente a las adversidades. Los dolores de parto de la mujer que describe el libro del Apocalipsis son un reflejo de la contienda que se avecina.
Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; y está encinta, y grita con dolores de parto y con el tormento de dar a luz. Y apareció otro signo en el cielo: un gran dragón rojo que tiene siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas; y su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se puso en pie ante la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo cuando lo diera a luz. Ap 12, 1-4
La mujer vestida de sol es un tipo o símbolo tanto de Nuestra Señora como de la Iglesia. En nuestra sociedad nos enfrentamos ya a la bestia, devoradora de inocentes. De manera más evidente, vemos su acción monstruosa al provocar la muerte de miles de inocentes no nacidos y de la eutanasia. La mayoría de la población no se da cuenta de que a través de estos asesinatos sancionados y pagados por el Estado se están haciendo sacrificios y tributos de sangre al diablo.
Puesto que el mundo se ha negado a servir a Dios, ya no hay un árbitro entre el hombre y el Estado que le domina. Ya no es Dios, sino el Estado el que le juzga y la ley poco tiene que ver con el bien y el mal. Pero al ser esto así, ¿quién juzgará al Estado? Si hay no hay un orden moral fuera de la subjetividad del hombre, ningún principio inquebrantable del bien y el mal por el que podamos medir el carácter justo o equivocado de nuestros actos, ¿qué puede detener la transformación de la humanidad según sus caprichos y teorías, hechas de una mezcla de impulsos e impresiones, un vago sentido utópico y unas ideologías?
¿Qué impide que a una parte de la humanidad se la considere menos humana que a otra parte y, por lo tanto, no merecedora de la vida? Parafraseando a George Orwell en Rebelión en la granja cuando los cerdos redactan las leyes y declaman «todos somos iguales pero algunos más que otros». Ya está sucediendo, y el aborto y la eutanasia es un claro ejemplo y nos hemos acostumbrado a ello, a que sea un tema de conversación más. La Verdad no es defendida porque han anestesiado las conciencias. Se ha creado una confusión moral que lleva a la gente a dar por hecho que la verdad no se puede aplicar a la realidad práctica y que es igual de subjetiva que la belleza en el arte contemporáneo.
La obra distópica de Aldous Huxley Un mundo feliz publicada en 1931, ponía de manifiesto la lenta llegada de una organización mundial (aunque aún era algo lejano). A la llegada de esta nueva realidad se aboliría la vida privada y la responsabilidad personal. En su obra escrita treinta años después, Nueva visita a un mundo feliz, Huxley era mucho menos optimista respecto al tiempo en el que llegaría esta nueva realidad, pues se dio| cuenta de que las predicciones del primer libro se estaban materializando a un ritmo mucho más rápido del que hubiera imaginado. Huxley vaticinó el acceso al poder de una dictadura científica en la que habría menos violencia que bajo Hitler Y Stalin, pero en la que:
Seremos sometidos sin dolor por un cuerpo de ingenieros sociales altamente formados. […] La democracia y la libertad serán el tema de cualquier programa y editorial, pero lo que subyacerá es un nuevo tipo de totalitarismo no violento. Aldous Huxley
Josef Pieper, en su ensayo The Art of Not Yielding to Despair, apunta a algo similar, citando fuentes tan distintas como san Juan en Patmos, Nietzsche y Marx, Thomas Mann y Robert Oppenheimer y, sobre todo, Nueva visita a un mundo feliz, de Aldous Huxley. Pieper indica que esta es la forma más inhumana de totalitarismo, casi imposible de derrocar porque siempre puede citar lo que parecen ser argumentos válidos para demostrar que no es lo que, de hecho, es.
Gilson, uno de los grandes filósofos tomistas del siglo XX, escribió un profético ensayo en 1949 titulado, The Terrors of the Year 2000, basado en una charla dada a los obispos de Francia sobre el mundo que estaba emergiendo de la posguerra. En él argumentaba que el hombre de la nueva era estaba dominado por el espíritu del “Anticristo”, proponiendo la “grandeza demoníaca de Nietzsche” como precursora y articuladora de esta condición espiritual de la nueva era. Por otra parte, el historiador Christopher Dawson compara en El juicio de las naciones la caída del Imperio romano con la caída de la civilización cristiana; aunque señala que algo mucho más siniestro sucederá en el fin de los tiempos (o está sucediendo):
Porque la civilización que ha sido minada, y está ahora amenazada por la subversión total, es una civilización cristiana, construida sobre los valores espirituales e ideales religiosos de san Agustín y sus iguales; y su adversario no es la simple barbarie de pueblos extraños, que están a un nivel cultural más bajo, sino nuevos poderes, armados con todos los recursos de la técnica científica moderna, que están inspirados por una determinación cruel de ganar el poder, que no reconocen otra ley que su propia fuerza. El juicio de las naciones. Christopher Dawson
En la actualidad, la educación corrupta ha ahogado la capacidad del hombre para utilizar su intelecto, sobre todo en términos de su facultad para reconocer la belleza. Viendo el adoctrinamiento por parte de los medios de comunicación y la pérdida generalizada del significado y el valor de la persona humana, bien podríamos decir que el nuevo orden mundial es un hecho. ¿Acaso estamos tan preocupados por riesgo de caer en la paranoia que ya no podemos considerar la posibilidad de que el apocalipsis esté empezando a ocurrir en nuestro tiempo? La gente de cada generación ve el mundo como un lugar imperfecto, pero sigue siendo su mundo y lo aman. Sin embargo, en algún momento de la historia una generación atravesará la etapa final del apocalipsis, y para ellos seguirá siendo un mundo normal hasta el final.
No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios con que él os ha sellado para el día de la liberación final. Ef 4, 30.
Volviendo a María como esperanza para los últimos tiempos, me viene a la mente un verso de Pedro Vélez de Guevara, humanista español, que dice «En ti tengo yo esperanza estrella de los maitines, a quien dan los serafines, loor y grande alabanza». Debemos tomar de la Madre de Dios el ejemplo de la Santa Esclavitud, de hacer la voluntad del Señor en cada momento y estar con el corazón dispuesto a la escucha. El liberalismo tiene atadas las conciencias con su falsa libertad y de forma tiránica convierte a todos en individuos esclavos; por el contrario la Santa Esclavitud desata las almas de todas las ligaduras, nos llena de paz y nos hace entender y valorarnos con la libertad de los hijos de Dios.
Ut adveniat regnum tuum! adveniat regnum Mariae.
Este es uno de los lemas que repetía constantemente Montfort: Para que venga tu reino, Corazón Santísimo, venga el reino de María. Recemos para que así sea, invoquemos su auxilio, ella es mediadora de todas las gracias. Vivamos bajo el manto de la Reina de los Mártires que nos preserva de la corrupción, inspirándonos espíritu de sacrificio y abnegación completa, llenándonos con la belleza de su humildad. Ella nos prepara para doblegarnos como verdaderos esclavos a todo el que nos mande en nombre de Dios, y para pisotear libres a todo el que contra Dios se rebele.
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Guadalupe Belmonte
Publica desde marzo de 2019
De mayor quiero ser juglar, para contar historias, declamar poemas épicos, cantar en las plazas, vivir aventuras... Era broma, solo soy aspirante a directora de cine, mientas estudio Humanidades y disfruto con todo aquello que me lleva Dios.
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