Cuando un país o una comunidad son azotados por una crisis, todo el mundo se pregunta quién podrá darle solución, dónde está la persona que tome cartas en el asunto y diga qué hacer y qué no. Estaremos todos de acuerdo que lo que buscamos es un hombre práctico, un hombre de hechos, no de palabras, un hombre que entienda el progreso de los tiempos y no que sea un anticuado. Todos coincidimos en esto. Todos, menos Gilbert K. Chesterton.

El autor inglés en un ensayo titulado El restablecimiento de la filosofía: ¿por qué?, responde a esta cuestión. Me limitaré a glosar dicho texto y a ofrecer algunas pequeñas reflexiones propias al respecto.

Crisis

No es noticia que vivimos en un mundo producto de la revolución tecnológica y que este mundo vive inmerso en las premisas que esto implica. Autores como Byung-Chul Han, Markus Gabriel o Gilles Lipovestky han sabido realizar un análisis muy profundo de la situación. Pero no voy a detenerme aquí. Veamos qué se entiende por crisis.

Una crisis se entiende como un proceso en el cual ciertos supuestos sobre los que descansan una o varias certezas son puestos en duda, ya sea por agentes externos o internos. Entiéndase que decimos que algunas certezas y no verdades. La certeza es un estado del espíritu respecto de cierta verdad y lo primero que tiembla en una crisis es alguna certeza. En este sentido análogo, una crisis puede ser de fe, de confianza en alguien, económica, cultural, ética, etc.

Lo importante es que, en todos los analogados de esta palabra, se habla de supuestos que son puestos en duda, son como cimientos que empiezan a desgranarse. De esta manera, toda crisis se transforma en una criba, en una purga, en un filtro, puesto que nada vuelve a ser lo mismo. El cimiento o base que se puso en duda o termina por desintegrarse o se fortalece en la reafirmación del mismo. La pregunta entonces que puede hacerse es ¿qué tipo de persona vale más para una crisis? Veamos ahora cómo responde Chesterton.

El hombre práctico y el filósofo

Para Chesterton existe dos tipos de personas. Los que poseen una filosofía y los que no. A los que no la poseen, asegura el autor, les pasarán cosas horribles: será práctico, progresista, eficiente, creerá en la evolución, realizará el trabajo que tenga a mano, se dedicará a los hechos, no a las palabras. Evidentemente, por esta caracterización, puede apreciarse que el hombre práctico está considerado de manera negativa. No es un elogio justamente sino casi un insulto. De tal manera, ya puede colegirse que ser práctico no es lo que se necesita en tiempo de crisis.

Los hombres siempre tienen una de estas dos cosas: una filosofía completa y consciente o la aceptación inconsciente de los pedacitos rotos de alguna filosofía incompleta, destrozada y a menudo, desacreditada. Esos pedacitos son las frases ya citadas: eficacia, evolución, etc.

El hombre común, Gilbert Keith Chesterton

Veamos algunas diferencias entre el hombre práctico y el que posee una filosofía.

El hombre práctico dice “hechos, no palabras.” Es verdad que muchas veces las grandes crisis se llenan de palabras que resultan vacías si no ofrecen solución, pero no es menos verdadero que muchas veces esas mismas crisis son el resultado de una gran confusión lingüística. Las palabras son reflejo de los pensamientos y estos de la realidad. Por lo tanto, la confusión de lenguaje es también confusión a nivel de los conceptos que nos dan una idea distorsionada de la realidad.

Es decir, el hombre práctico buscará una solución por la superficie, por lo fenoménico de lo que se le muestra y por consiguiente desdeñará cualquier intento de aclarar el uso de las palabras y las ideas. Como asegura Chesterton, este hombre aportará más confusión al conflicto porque él mismo no es capaz de aclarar sus ideas. Lo que se necesita, es una actitud filosófica. La actitud filosófica busca aclarar, ordenar, simplificar, ofrecer luz en la oscuridad. Así, una primera actitud es aclarar el uso del lenguaje. La luz del lenguaje nos permitirá preguntarnos por las causas de la crisis y “es el cómo y por qué los que deben ser considerados cuando se investiga el modo en que cierta cultura o tradición se ha llegado a ver en un embrollo.”

Precisamente, esta noción es la que profundizó Platón en su teoría del filósofo rey; el cual les daba a los hombres prácticos un lugar bastante menor en su Pólis.

Por algún extraño motivo, se suele decir que este tipo de hombre práctico “conoce sus propias ideas”. Obviamente, eso es lo que no conoce. En unos pocos y afortunados casos, probablemente sepa lo que quiere, como lo sabe un perro o un niño de dos años; pero ni aun entonces sabe para qué lo quiere.

El restablecimiento de la filosofía: ¿por qué?, Gilbert Keith Chesterton

Otra de las grandes diferencias entre el hombre práctico y el filósofo es que el primero vive en la inmediatez, no es consciente de su conciencia, no puede emitir juicios sobre sus prejuicios porque no los ve, cree ser librepensador, pero no es ni libre ni pensador, en fin, vive siendo empujado por fuerzas conceptuales que desconoce supinamente.

Como dice Gilbert, “el hombre siempre sufre la influencia de pensamientos de alguna clase, los propios o los de algún otro hombre; los de alguien en quien confía o los de alguien de quien nunca oyó hablar; pensados de primera, segunda o tercera mano; pensados desde leyendas explotadas o rumores no verificados.”

Esto quiere decir que no podemos sustraernos al influjo cultural y de la civilización. La actitud filosófica no es negar el influjo, si no reconocerlo en primer lugar y luego examinarlo en su belleza y verdad, en el bien y lo uno, en definitiva, en su ser. Los supuestos cuando son sacados a la luz y examinados dejan de ser su-puestos.

El hombre siempre examina todo a través de algo. La cuestión aquí es saber si alguien examinó, alguna vez, el examen.

El restablecimiento de la filosofía: ¿por qué?, Gilbert Keith Chesterton

Reflexiones finales

Para los tiempos de crisis hace falta hacerse filósofo. Para descubrir los cimientos que están moviéndose hace falta saber que hay cimientos primero y luego entender el por qué se mueven. Para comenzar a darle solución a una crisis se necesita entender el desde dónde de la misma, escudriñar en el horizonte conceptual desde donde proviene. Hace falta hacerse cargo de la historia del pensamiento que ha dado lugar a la crisis y juzgarla serenamente.

Es claro que esto llevará tiempo, pero mientras más profunda la crisis más tiempo es necesario para ofrecer un camino de reparación que sea verdadero. Es decir, hace falta filosofar. Por eso, como asegura Chesterton es importante restablecer la filosofía. Creo que es importante como propedéutica en la educación de la belleza. Aprender a descubrir la belleza en la creación es hacer filosofía, descubrir la belleza en las letras y el arte es hacer filosofía, descubrir la belleza en las ideas es filosofía.

En un tiempo en el cual estamos bañados por el río caudaloso de la saturación de la información, en el cual estamos sometidos a un bombardeo ensordecedor de estímulos, en el cual se veneran formas grotescas y lo feo es puesto en el altar, la actitud del filósofo chestertoniano es revolución porque reclama simpleza; la cual solo puede alcanzarse en el orden conceptual y el rigor de la verdad; porque exige tiempo, tiempo de convivir con las ideas y los conceptos para asimilar lo verdadero y lo bello; porque exige el culto eterno a lo bello y hermoso como esplendor de las formas, como lo que al ser contemplado produce un gozo profundo, el gozo de la Belleza.

En fin ¡bendita la crisis, bendita la filosofía!

Juan Pablo Baez

Publica desde julio de 2022

Soy Juan Pablo Baez, 30 años, casado, padre y profesor de filosofía con especialización en lenguas clásicas cursada en Roma. Me desempeño como docente en el nivel medio desde el 2014. Enseño sociología, lógica, filosofía, latín, griego y cultura clásica.